Nacido en loAlto
Una Exposición de Juan Capítulo 3
Pastor Bill Randles
NACIDO DE LO ALTO: Una exposición de Juan capítulo 3
Copyright © 2015 Bill Randles
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Believers in Grace Ministries
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Marion, Iowa 52302
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Excepto cuando se indique lo contrario, todas las citas bíblicas en este libro se han tomado de la versión La Biblia de las Américas.
Dedicación
Dedico este libro a mis primeros nietos, Abraham y Moriah Flecksing. Mi Dios me ha prometido que derramaría Su Espíritu sobre mi descendencia y la descendencia de mi descendencia, y que El pondría sus palabras en sus bocas. Ustedes dos son los primeros de muchos regalos preciosos, y han sido llamados a liderar al resto. Absorban y vivan el mensaje de este pequeño libro. Los quiero mucho a ambos. -Abuelo Randles
Y vendrá un Redentor a Sion y a los que en Jacob se aparten de la transgresión —declara el Señor. En cuanto a mí —dice el Señor—, este es mi pacto con ellos: Mi Espíritu que está sobre ti, y mis palabras que he puesto en tu boca, no se apartarán de tu boca, ni de la boca de tu descendencia, ni de la boca de la descendencia de tu descendencia —dice el Señor— desde ahora y para siempre. (Isaías 59:20-21)
Quiero agradecer a varias personas que han ayudado en este esfuerzo-. Jo y Glenn Stotz, gracias por tu aporte. También quiero dar las gracias a mi increíblemente talentoso sobrino Zacarías Kulish por la pintura que aparece en la portada, y por el resto de la cubierta, a mi talentoso hermano Chuck Freitag. Gracias Sheryl Doonan por la edición, y Karen Wilson por tanta ayuda técnica. Por encima de todo lo demás, le agradezco a mi encantadora y paciente esposa Kristin, porque sin ti yo no sería capaz de hacer lo que hago.
Contenido
1 ~ Había un Fariseo…………………………………………………………………….. 9
2 ~ Nacido de Nuevo…………………………………………………………………….. 13
3 ~ Puede un Hombre Nacer Siendo Ya Viejo?………………………………… 17
4 ~ Nacer de Agua y del Espíritu……………………………………………………. 21
5 ~ Nacido en lo Alto……………………………………………………………………. 25
6 ~ ¿Cómo Pueden Ser Estas Cosas? (Incredulidad)…………………………. 29
7 ~ El Que Bajó Del Cielo…………………………………………………………….. 33
8 ~ De Tal Manera Amó Dios al Mundo…………………………………………. 37
9 ~ El Mundo Que Dios Amó………………………………………………………… 41
10 ~ La Naturaleza del Amor de Dios por el Mundo…………………………. 45
11 ~ El Amor de Dios es un Misterio Impresionante…………………………. 49
12 ~ El Hijo Unigénito………………………………………………………………….. 53
13 ~ Todo Aquel Que (continuamente) Cree en El……………………………. 58
14 ~ ¿No Se Pierda?……………………………………………………………………… 63
15 ~ Vida Eterna…………………………………………………………………………… 68
16 ~ Jesús No Fue Enviado Para Condenar al Mundo……………………….. 72
17 ~ Los No Creyentes Ya Están Condenados………………………………….. 77
18 ~ Los Condenados Rechazan La Luz………………………………………….. 81
19 ~ Hacer La Verdad…………………………………………………………………… 86
20 ~ El Debe Crecer, Yo Debo Disminuir……………………………………….. 90
21 ~ La Persona De Cristo…………………………………………………………….. 95
22 ~ Los Únicos Dos Resultados……………………………………………………. 100
Apéndice 1 ~ El Significado Del Arrepentimiento……………………………. 105
Apéndice 2 ~ El Arrepentimiento es Odiar el Mal y Amar el Bien……… 115
Apendice 3 ~ El Arrepentimiento es un Don de Dios………………………… 120
Capítulo Uno
Había un Fariseo
Había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemo, prominente entre los judíos. Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él. Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:1-3)
Juan 3 es un capítulo clásico de la Biblia. Jesús mismo es el instructor, y el tema es el Nuevo Nacimiento. El alumno, (representando en este pasaje a todos los buscan a Dios), es un Senador de Israel, un Fariseo, un Maestro en Jefe de la Palabra de Dios y un experto en el Reino de Dios y en la entrada al mismo. Su nombre es Nicodemo.
¿QUIENES ERAN LOS FARISEOS?
Con el correr de los años, se ha desarrollado una opinión errónea acerca de quiénes eran los Fariseos y cómo deben ser considerados. Los lectores modernos de la Biblia a menudo ven a los Fariseos como los “protagonistas malos”, profundamente hipócritas y crueles enemigos del Señor. En el Cristianismo Evangélico moderno, lo último que cualquier persona querría ser llamado es “Fariseo”.
Para el lector moderno de la Biblia aquellos Fariseos a quienes Jesús reprendió, expuso y apasionadamente denunció en las escrituras, parecen como una especie de alienígenas. Esto se debe a que hemos desarrollado una serie de caricaturas del Fariseísmo que nos permiten distanciarnos mentalmente de cualquier identidad asociada con ellos. ¡Podemos ser un montón de cosas, pero ciertamente no somos codiciosos e hipócritas, Fariseos asesinos!
De hecho los Fariseos y sus encuentros con Jesús representan una advertencia para nosotros, porque son particularmente aplicables a quienes decimos ser Evangelistas. ¿Cómo puede ser?
Durante el período intertestamentario los Fariseos eran como el “Movimiento de Retorno a la Biblia”. Ellos trataban de resistir la mundanalidad que estaba destruyendo a la mayoría de sus compatriotas en el antiguo mundo judío. A esa virulenta clase de mundanalidad se la llamaba “Helenismo”, y estaba constituido por cosas como por la aceptación de la cultura Griega y el repudio al Judaísmo. En un intento de unificación, Alejandro El Grande difundió el Helenismo a través del mundo conocido.
Cuando el Helenismo entró en la Tierra Santa muchos Judíos apóstatas adaptaron las costumbres Helenísticas, algunos llegando incluso a someterse a la “Circuncisión Inversa!”
Más tarde, en los días del prototipo brutal del Anti-Cristo, Antíoco Epífanes, el Helenismo fue impuesto por la fuerza a los restantes Judíos devotos. La observancia del Sabbat fue declarada ilegal, fueron obligados a someterse a “Circuncisiones Inversas” y se le daba muerte a toda madre que circuncidara a su hijo. En un determinado momento el Alto Sacerdote de Israel adoptó un nombre Griego y se edificó un gimnasio en Jerusalén. No estamos hablando de los gimnasios de hoy en día a los cuales vamos para mantenernos en forma. Un “Gimnasio” era una escuela griega para el hombre donde las actividades atléticas se practicaban en completa desnudez, envolviendo el estudio de filosofía Griega y la adoración del cuerpo físico. La homosexualidad era descontrolada.
El Fariseísmo emergió como una devota resistencia a todo ello. El Fariseo ponía sobre sus hombros los 613 mandamientos de la Ley de Dios, poniendo la obediencia a ellos como la meta en su vida. El creía que al hacerlo, el Reino de Dios volvería a Israel.
La palabra “Fariseo” significa “el que esta separado”. El Fariseísmo fue un serio movimiento reformista dentro del Judaísmo. De ninguna manera estoy diciendo que estoy de acuerdo con lo que los Fariseos terminaron siendo, ni tampoco niego que los Fariseos eran unos hipócritas tal cual como Jesús los expuso. Mi propósito es el quitar la imagen caricaturesca que ellos tienen, para que podamos darnos cuenta que Dios en su Palabra no esta describiendo a alguien decididamente lleno de odio, perteneciente a un culto ajeno a nosotros, sino que describe a alguien muy parecido a lo que hoy sería el “Movimiento de Retorno a la Biblia”, consternado acerca de las cosas del mundo y buscando separarse del mundo volviendo a Dios y a la Biblia.
De hecho los Fariseos eran, de entre todas las sectas contemporáneas, los que estaban teológicamente mas cerca de Jesús. A diferencia de los Saduceos gobernantes, los Fariseos creían en la muerte, la resurrección, los ángeles, los demonios, el más allá, el cielo y el infierno. Los Fariseos estaban en lo mismo junto con Juan el Bautista y con Jesús al comienzo del ministerio de Jesús; y debido a que eran los más cercanos a El, Jesús los criticó más que a ninguna otra secta.
Las varias advertencias dadas a los Fariseos son mensajes para todos nosotros. Advertencias contra el simple externalismo, la innovación, la substitución de la Palabra de Dios por preceptos hechos por el hombre, las apariencias, el egoísmo, la religión que sirve a uno mismo, el énfasis erróneo, la corrección del texto, el usar las Escrituras en lugar de verdaderamente buscar a Dios. Todas estas advertencias aplican a todos los movimientos de reforma espiritual. Los Fariseos eran evangelistas. ¡Cruzando mar y tierra en procura de tan solo un convertido!
Este Fariseo en particular servía en el Sanedrín, el Senado de Israel. El era un “Gobernante en Jefe” y se lo llamaba “El Maestro de Israel.” Su tema era el Reino de Dios y la entrada al mismo. Todos lo estimaban como a un gigante espiritual y un maestro de la nación.
Pero algo acerca de Jesús penetró su corazón, de tal modo que el “Maestro de Israel” fue una noche a encontrarse con Jesús.
Capítulo Dos
Nacido De Nuevo
Este vino a Jesús de noche y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él.” Respondió Jesús y le dijo: “En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.” (Juan 3:2-3)
Hemos estado viendo el capítulo 3 del Evangelio del Apóstol Juan, una conversación entre Jesús y un líder Fariseo, Nicodemo, el maestro de Israel. El tema es en nuevo nacimiento, ser nacido de nuevo.
Debemos apreciar las dificultades que un hombre en su posición enfrentaba tan solo por el hecho de encontrarse con Jesús. Al pertenecer al Sanedrín y ser un Rabino en Jefe, él debía de superar inmensos obstáculos con sus colegas y en su propia alma. El hecho que un muy bien conocido líder religioso consultara a un rabino inexperto e itinerante era un escándalo. ¡No es de extrañar que lo hizo en la noche!
Los milagros que Jesús realizó habían sido plenamente verificados, de modo que cuando Nicodemo dijo “Sabemos que has venido de Dios como maestro…” (Juan 3:2), lo hizo en nombre de sí mismo y de los principales rabinos y estudiosos de Israel.
Jesús no reconoció esta admisión de Nicodemo y respondió directamente refiriéndose a su experiencia, el Reino de Dios y la entrada al mismo.
“En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.” (Juan 3:2-3)
Como Fariseo y como Judío, Nicodemo se aferró a una doctrina que enseña que todos los Judíos por el hecho de tener el linaje de Abraham, Isaac y Jacob, tienen una garantizada participación en la vida futura. Ellos creían que el Reino de Dios era un derecho natal de cada Israelita. Los Fariseos enseñaban lo siguiente:
“Todos los israelíes tienen una participación en el mundo por venir. Porque está escrito: “Tu pueblo será todo justo, ellos heredarán la tierra para siempre, la rama de mi plantío, obra de mis manos, para que yo sea glorificado.”” (Talmud, Sanedrín 90a)
La refutación de esta falsa doctrina era un punto de importancia en la predicación de Juan el Bautista, porque esta herejía engañaba al pueblo de Israel en la creencia de que no necesitaban arrepentirse, aunque estaban al borde de un juicio catastrófico.
…Y no presumáis que podéis deciros a vosotros mismos: “Tenemos a Abraham por padre”, porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. (Mateo 3:9)
Juan el Bautista arremetió contra este engaño, advirtiendo a quienes lo escuchaban del ¡peligro de ir al mismo infierno! Tal vez el propio Nicodemo se sentía nervioso y convicto por la predicación de Juan el Bautista. Algo lo sacó de su complacencia y lo movió hacia Jesús. ¿No fue acaso esa la razón por la cual Juan el Bautista fue enviado? ¿Acaso no fue enviado el Bautista para preparar los corazones de los hombres para que aceptaran a Jesús?
Sin embargo, Jesús insistió en que los Israelitas debían nacer de nuevo. Los Judíos tienen un cierto concepto acerca del nacer de nuevo, pero Nicodemo sabía que Jesús no podía estar refiriéndose a lo mismo. Para los Judíos un Bar Mitzvah es un nuevo nacimiento.
Por ejemplo, cuando un hombre se casaba se decía que el era “nacido de nuevo”, o cuando un hombre era ordenado Rabino, se decía que era “nacido de nuevo”. Los Rabinos también enseñaban que cuando un hombre ponía al Reino de Dios sobre sus hombros (por ejemplo arrepintiéndose y sometiéndose al gobierno de Dios), se decía que el era “nacido de nuevo”.
Pero en su conversación con Nicodemo, Jesús insiste que lo opuesto la verdad. Un hombre caído no puede poner sobre sus hombros al Reino de Dios, de hecho—”…a menos que hayas nacido de nuevo, ni siquiera puedes ver el Reino de Dios”.
Unos cuantos versos mas adelante El dirá, “…el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5)
Al hablar de tal modo del un nuevo nacimiento, Jesús le está diciendo a este orgulloso Israelita, y a todos los que quieran entender, que hay algo intrínsecamente malo en todos nosotros, incluso en la circuncidada semilla de Abraham. En nuestro nacimiento natural nosotros no somos lo suficientemente buenos para entrar en el reino de los cielos.
No solo que hemos nacido ciegos al reino de los cielos, sino que también hemos nacidos ineptos, (Gentil o Judío) para entrar en él! La ley de Dios da testimonio de esto.
Consideremos los mandamientos relacionados con el nacimiento físico. La circuncisión implica culpa. Los lavados prescritos por la impureza ritual de las nuevas madres, así como las leyes que requieren que los varones primogénitos sean redimidos, parecen apuntar a que la vergüenza y el dolor son parte de la concepción y de la transmisión de la semilla desde la caída del hombre.
Los Fariseos no se adherían a nada parecido a lo que nuestro Cristianismo enseña en referencia al pecado original, al menos desde su perspectiva Israelita. Si hubieran prestado mas atención a los Salmos, y a otros escritos en sus Biblias, hubieran aceptado mas fácilmente el llamado de Jesús a un nuevo nacimiento.
He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre. (Salmos 52:5)
Desde la matriz están desviados los impíos; desde su nacimiento se descarrían los que hablan mentiras. (Salmos 58:3)
Capítulo Tres
Puede un Hombre Nacer Siendo Ya Viejo?
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? (Juan 3:4)
Jesús le dijo a Nicodemo, el Fariseo y Maestro de Israel, que él necesitaba nacer de nuevo para poder ver el Reino de Dios. Para entonces, Nicodemo había sido nacido de nuevo en cada una de las maneras que él conocía. En el pensamiento Judío, como dijimos antes, se dice que un hombre es nacido de nuevo en el día de su Bar Mitzvah, o en el día de su casamiento, o cuando se lo ordena como Rabino. Por último, en caso de que recayera, el día de su arrepentimiento total también se dice que nació de nuevo.
Obviamente lo que Jesús le decía a Nicodemo era algo totalmente diferente a la idea Judía de ser nacido de nuevo. Nicodemo percibió correctamente que Jesús le estaba diciendo que él debía de renunciar prácticamente a su nivel como “Maestro de Israel”, asumir el papel de un niño y estar dispuesto a recibir los fundamentos de su fe como si realmente nunca los hubiera entendido. Es por esto que Nicodemo preguntó:
¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? (Juan 3:4)
Este nuevo nacimiento presupone la necesidad de comenzar de nuevo. Tú puedes nacer de nuevo. Tu pasado puede verdaderamente ser dejado atrás, tus pecados pueden ser perdonados y por el don de Dios puedes vivir de acuerdo a un nuevo principio de vida proveniente de Dios, llamado vida eterna. Como está escrito:
Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)
Nicodemo no era tonto. El no era sarcástico cuando preguntó si un hombre podía retornar al vientre de su madre. El decía, “¿Puede un hombre tan investido en la religión bíblica como yo, empezar otra vez? ¿Estás diciendo que debo comenzar todo otra vez desde el principio? ¿Yo? ¿El Maestro de Israel, debo nuevamente asumir el papel de un aprendiz?”
Es una cosa para aquellos quienes están obviamente en ruinas (las prostitutas, sus clientes y sus proxenetas, los drogadictos, etc.), el reconocer que necesitan un nuevo comienzo. Para ellos, el mensaje del cielo que dice que podemos ser nacidos de nuevo es verdaderamente una buena noticia. ¿Que más pueden perder además de su vergüenza, su pecado y su remordimiento?
Pero para alguien tan avanzado y tan estimado como Nicodemo, quien era considerado un experto, un hombre justo y querido entre los representantes de su religión, que se le haya dicho que él también tiene que ser nacido de nuevo en el sentido en que Jesús lo dijo, requeriría una inmensa cantidad de humildad. ¿Qué podría perder un hombre como Nicodemo?
El tenía mucho que perder en todo sentido mundano. Podía perder el honor y la distinción de ser un Maestro Principal de la única religión verdadera en la Tierra en aquellos días: El Judaísmo. Todos lo años que él dedicó a enseñar, tal vez también a escribir, a practicar el Fariseísmo, la mas estricta secta del Judaísmo. Además de todos los honores, la auto-satisfacción y los logros que la acompañaban.
Pero a pesar de todo esto Jesús le dijo que él, Nicodemo, debía nacer de nuevo, tan solo para poder ver el Reino de Dios. Nicodemo era considerado un experto en el Reino de Dios, un guía para otros, un Maestro de la Biblia. Poco después de Nicodemo, otro Fariseo, Saúl de Tarsos, estaba creciendo rápidamente en la secta, sobrepasando a todos los otros Fariseos en devoción y fervor. Pero entonces, Jesús lo encontró y lo puso en el mismo estado de crisis que Nicodemo.
¿Podría él también empezar de nuevo? ¿Renunciaría a su propia justicia? Aquí esta su propia cuenta:
Porque nosotros somos la verdadera circuncisión, que adoramos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no poniendo la confianza en la carne, aunque yo mismo podría confiar también en la carne. Si algún otro cree tener motivo para confiar en la carne, yo mucho más: circuncidado el octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, hallado irreprensible. Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe. (Filipenses 3:3-9)
Es fácil dejar de lado el residuo detestable del pecado, la vergüenza, la enfermedad, el reproche, y demás.
Sin embargo, otros aspectos del pecado traen a la mente un verso acerca de Moisés, que implica renunciar a los honores, las conexiones, los logros y los puntos de orgullo a los cuales la Biblia se refiere como, “la confianza en la carne”.
Por la fe Moisés, cuando era ya grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los placeres temporales del pecado, considerando como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de Egipto; porque tenía la mirada puesta en la recompensa. (Hebreos 11:24-26)
No sólo debemos renunciar a lo malo en nuestras vidas, pero también a lo bueno, ya que nada proveniente de nuestra propia bondad es suficiente para encomendarnos al Santo Dios ante quien deberemos rendir cuenta. Aquellas áreas de nuestras vidas en las cuales el Apóstol Pablo dijo que ponemos la “confianza en la carne” aferrándonos a nuestra “propia justicia”, no llegan al nivel de Dios, y para El son abominables.
Es increíblemente difícil para los “Nicodemos” que existen entre nosotros, el renunciar a su propia justicia. Para muchos, ese es un obstáculo para someterse y aceptar el nuevo nacimiento. Sólo Dios puede mostrarnos que recibimos condena no sólo por las cosas que hacemos, pero también por lo que somos. No podemos mejorarnos; debemos ser nacidos de nuevo.
Por lo tanto la respuesta a la pregunta de Nicodemo y de todo futuro Nicodemo, Saúl de Tarsos, María Magdalena, Simon el Leproso, C. S. Lewis, o cualquier otro pecador, grande o pequeño, bueno o malo, respetable o en absoluta ruina, es la misma. ¿Puede un hombre nacer cuando ya es viejo?
La respuesta es “¡Por supuesto!” Según Jesús, podemos empezar de nuevo, podemos comenzar nuevamente, podemos nacer de nuevo, pero sólo al recibir el don de Dios, que es vida eterna a través de Cristo Jesús.
Capítulo Cuatro
Nacer de Agua y del Espíritu
Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: “Os es necesario nacer de nuevo.” (Juan 3:5-7)
Juan 3 es el registro de una entrevista, entre el gran Rabino y Fariseo, Nicodemo, y aquel Rabino itinerante de Nazaret sin instrucción formal, Jesús. Pero es Jesús quien le esta enseñando a Nicodemo, y a través de él también le está enseñando a todo hombre. El tema de la enseñanza es el Nuevo Nacimiento.
Los Judíos tenían un concepto del nuevo nacimiento que era inadecuado y no bíblico. Era meramente un coloquialismo para toda iniciación a nuevas responsabilidades como el matrimonio o el ministerio.
Los Judíos creen que si un desertor de la fe se arrepiente, es nacido de nuevo lo cual tal vez está un poco mas cercano al verdadero sentido que Jesús usa.
Pero Jesús obviamente esta hablando de algo mucho mas profundo.
Jesús insiste en que todos los hombres, independientemente de la circuncisión, las obras, los logros religiosos, y también independientemente de ser o no ser de la simiente de Abraham, tienen que renacer tan sólo para poder ver el reino de los cielos, y mucho más también para poder entrar en él. Según Jesús, el nuevo nacimiento es un asunto de salvación final y definitiva, sin él no hay ninguna posibilidad entrada en el reino de Dios.
Jesús es en verdad el Señor de la Gloria, pero en los días de Su carne El era un Rabino que enseñaba la Palabra de Dios. Se guiaba estrictamente por las Escrituras y nunca dijo nada que no fuera una cita o alusión directa a las Escrituras.
Como hombre, Jesús sostuvo las Escrituras en la más alta estima. Cuando fue tentado por el diablo, El dijo: “Está escrito. . . “, apelando a la Palabra de Dios, y no la aplicación de sus propios pensamientos y sentimientos, poniendo a su propia persona bajo la autoridad de las Escrituras. En su humanidad, Jesús no vivió su vida de acuerdo a sus propios pensamientos y sentimientos, vivió de acuerdo a la Palabra de Dios.
Es importante que tengamos esto en cuenta, ya que hay mucha confusión acerca de Juan 3 versículo 5, “El que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios…”
Muchos creen que Jesús, al hablarle a Nicodemo, se refería a ambos, el bautismo del agua y el bautismo espiritual. El excepcional bautismo Cristiano para la remisión de los pecados no se inauguró hasta después del Calvario, donde Jesús murió por nuestros pecados. Lo mismo pasa al ser Bautizado en el Espíritu. Juan 7: 37-38 nos dice que no era posible que hubiera un Bautismo del Espíritu sino que hasta después de la “glorificación” de Jesús.
Nicodemo no tenía idea de lo que significaba el ser Bautizado en el Espíritu, de modo que yo dudo que Jesús haya hecho referencia a ello.
Otros creen que Jesús estaba contrastando el nacimiento natural con nacimiento el espiritual. Pero entonces, ¿Porqué El necesitaba decirnos que nosotros debemos ser nacidos naturalmente? No tiene sentido que Jesús hubiera necesitado establecer lo obvio.
Creo que Jesús habló en términos en los que Nicodemo, como Rabino Sanedrinista y como un experto en escritura sabría bien, porque Jesús se refería a una escritura específica, Ezequiel 36:24-27.
Porque os tomaré de las naciones, os recogeré de todas las tierras y os llevaré a vuestra propia tierra. Entonces os rociaré con agua limpia y quedaréis limpios; de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y que cumpláis cuidadosamente mis ordenanzas. (Ezequiel 36:24-27)
Al oír esto, Nicodemo habría sabido inmediatamente que Jesús se refería a la promesa de Dios a Israel hecha en los días de la cautividad de Babilonia, promesa que decía que Dios un día iba a traerlos de vuelta a la tierra en incredulidad, y curaría la nación de una vez por todas de su inclinación por la idolatría.
El SEÑOR efectuaría esto por Israel al “lavarlos con agua”, y al sacar de ellos su “corazón de piedra”, reemplazando ese duro corazón por uno nuevo, sensible nuevamente a Dios, un corazón que seguirá y obedecerá a Dios. Esto ocurriría cuando Dios pusiera Su Espíritu en ellos.
La promesa de Dios a Israel fue que El renovaría la nación a través del agua y del Espíritu, (lavado y regeneración). Para Nicodemo y sus contemporáneos, la promesa en Ezequiel había sido cumplida en los días del retorno del exilio, cientos de años antes.
¿Acaso Israel no había ya repudiado la idolatría? Pero, ¿Qué es la idolatría, sino la alienación de Dios en el corazón y la sustitución de Dios mismo con imágenes hechas por el hombre?
En los tiempos de Jesús y de Juan el Bautista, el Judaísmo se había convertido en una religión de purificación intensa. El énfasis de los Rabinos, de los Escribas y de los Fariseos era la separación y la eliminación de la corrupción.
Sin embargo Jesús les había advertido que el propio corazón es la fuente de toda contaminación, y que la impureza no es externa, sino que brota de una naturaleza caída.
No hay nada fuera del hombre que al entrar en él pueda contaminarlo; sino que lo que sale de adentro del hombre es lo que contamina al hombre…Y decía: Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez. Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre. (Marcos 7:15, 20-23)
Una detallada lectura del Evangelio de Juan revela que incalculables litros de agua tenían que ser puestos a disposición de los múltiples lavados ceremoniales, requeridos no sólo por la ley de Moisés sino que también por las tradiciones de los ancianos.
Obviamente la purificación por sí sola es insuficiente. Nuestra necesidad va más allá de la eliminación de la corrupción. ¡Necesitamos una nueva vida! Nada menos que una resurrección, sería suficiente para cumplir con nuestra más profunda necesidad espiritual. Sólo un acto del mismo Dios nos puede rehacer, sólo Dios puede resucitar a los muertos.
Nosotros necesitamos ser perdonados y limpiados de las cosas que hemos hecho en contra de Dios y del hombre. Pero tan solo el hecho de lavarnos no cumple con nuestras necesidades más profundas, porque nuestro problema no es solamente lo que hemos hecho, pero también es lo que somos, delante de Dios.
¡Debido a que para Dios todos estamos muertos, todos necesitamos un nuevo nacimiento espiritual! Dios nos ofrece hacernos enteramente de nuevo para darnos un corazón nuevo. Podemos recibir una renovación moral y espiritual de Dios al aceptar a Jesús.
Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. (Juan 1:12-13)
Capítulo Cinco
Nacido en lo Alto
Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: “Os es necesario nacer de nuevo.” El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. (Juan 3:6-8)
Al Apóstol Juan le gusta usar en su Evangelio palabras que tienen dos significados, ambos aplicables al texto. Por ejemplo en Juan 11 cuando Lázaro murió, Jesús le dijo a los discípulos: “Lázaro duerme”. Por supuesto que Lázaro había muerto, pero murió en comunión con Jesús. ¿Entonces cuál es? ¿Muerto o durmiendo? En Cristo morir es dormir. Aunque los creyentes mueran físicamente, la muerte para nosotros es dormir.
De la misma manera, el texto en Juan 3 utiliza la metáfora del viento que sopla, al hablar del movimiento del Espíritu Santo en el acto divino del nuevo nacimiento. La palabra usada para nombrar la energía eólica es la misma palabra que la que utilizada para nombrar al Espíritu.
El Espíritu sopla donde quiere, “El viento sopla donde quiere…” Lo mismo ocurre con la frase “nacido de nuevo” (del idioma Griego Gennáo Anóthen).
La frase significa ambos, nacido de nuevo y nacer de arriba y ambos se aplican a la enseñanza de Jesús. Por el poder del Espíritu Santo somos llamados a empezar todo de nuevo y a vivir de acuerdo a un principio divino de vida, un regalo llamado Vida Eterna.
El nuevo nacimiento es algo que se nos ha impartido como un regalo de Dios. Es una obra del Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo. La Vida Eterna no puede ser dada por el hombre.
Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. (Juan 1:12-13)
En todos los años que he sido el Pastor de Believers in Grace Fellowship (desde 1982), individual o corporativamente ¡Nunca hemos creado un Cristiano! Ni una sola vez en todo nuestro tiempo de existencia hemos podido causar que alguien naciera de nuevo.
¡El nuevo nacimiento es un acto de Dios! Es la adjudicación de la vida de Dios a un pecador que ha recibido a Jesucristo, la simiente de Dios. Sólo el Espíritu Santo hace que el pecador llegue a ese punto, y lo hace condenando, esclareciendo y dando a todo aquel que cree en la vida eterna. Esa es una porción de la vida de Jesús que se nos ofrece.
Jesús dijo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” (Juan 6:63)
Es por esto que el Apóstol Pedro nos recuerda que hemos:
…nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece.” (1 Pedro 1:23)
Cuando Jesús comparó la carne y el Espíritu, (Lo que es carne, carne es; y lo que es Espíritu, espíritu es), El no estaba hablando de la diferencia entre el pecador y el santo. En lugar de ello El utilizó la expresión “carne” para denotar lo que es frágil, finito y terrenal, contrapuesto con lo que es de origen celestial.
Pablo elabora sobre la diferencia entre “lo que es de la carne” frente a “lo que es del Espíritu”, al contrastar los nacidos de Adán (carne) y los nacidos de nuevo, de Cristo (Espíritu).
Todo ser humano ha descendido y recibido por nacimiento, la naturaleza (caída y corrupta) de nuestro padre Adán. Este es el primer nacimiento que nos hace ineptos e inadecuados para heredar el reino de los cielos.
No importa qué tan canalla y pecador, o elevado y noble sea, un hijo de Adán es un hijo de Adán. Este individuo ha caído, impuro, alejado de Dios, con una naturaleza corruptible y propenso a una merecida condena. Este individuo puede ser religioso pero si no es regenerado, para el único y verdadero Dios, él sigue muerto, y en los ojos de Dios ninguna cantidad de bondad puede revertirlo, porque para Dios “no hay ninguno bueno, ni siquiera uno…”
Pero cuando se recibe un segundo nacimiento, cuando se nace en lo alto al recibir el don de Dios a través de la simiente incorruptible del Evangelio, esa persona se convierte en partícipe de la naturaleza de Dios. Para Dios esta persona vuelve a la vida y está en condición de vivir en comunión con su Creador. Se dice que es “Nacido de Dios”.
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al Padre, ama al que ha nacido de El. (1 Juan 5:1)
Este individuo ha salido de la familia Adán escapando de la sentencia. En la cruz, Jesús cumplió su sentencia y se hizo responsable por los pecados de todos los que crean en El. Así como Pablo dice:
Porque ya que la muerte entró por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. (1 Corintios 15:21-22)
¿Cómo se puede salir de una familia? ¿Cómo podemos salir de la familia de Adan si hemos nacido en ella? Tenemos que morir. ¡Esa es la única manera de salir de una familia!
Debido al Evangelio, nosotros creemos que ya hemos muerto, pero cuando reconocemos nuestra pecaminosidad y renunciamos a nuestra justicia propia, ¡al invocar al crucificado y resucitado Señor Jesús nuestro bautismo es nuestro funeral! Y al ser levantados fuera del agua, ¡Cristo nos resucita de entre los muertos a una nueva vida celestial! ¡Nacemos de nuevo en la esperanza viva de la resurrección de los muertos!
Normalmente no me gusta la teología de los calcos que se pegan en los automóviles, pero una vez vi uno que realmente lo decía correctamente: “Si tú solo naciste una vez, vas a morir dos veces, pero si tu has nacido dos veces, solo morirás una vez”.
Capítulo Seis
¿Cómo Pueden Ser Estas Cosas? (Incredulidad)
Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser esto? Jesús respondió y le dijo: Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas? En verdad, en verdad te digo que hablamos lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no recibís nuestro testimonio. Si os he hablado de las cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las celestiales? (Juan 3:9-12)
El tercer capítulo de Juan nos introduce a una conversación entre Jesús y uno de los grandes rabinos de Israel, el Fariseo y Sanedrinista Nicodemo. El tema es el Reino de Dios y la entrada al mismo. La enseñanza de Jesús es que es necesario un nuevo nacimiento para entrar en el reino, incluso para tan solo poder verlo.
Hasta ahora Jesús ha enseñado que el nuevo nacimiento es una revelación de Dios, la habilidad de ver el Reino de Dios y de entrar en él. Es una obra del Espíritu soberano de Dios. (El viento sopla donde quiere).
El nuevo nacimiento es nada más y nada menos que la renovación que fue prometida en el libro de Ezequiel a los cautivos que regresaban a Israel, cuando Dios dijo: “Os rociaré con agua limpia y quedaréis limpios” y “Quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.” También Dios les dijo; “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu”.
Nicodemo conocía muy bien a Ezequiel, los profetas y la ley de Dios al haber dedicado toda su vida a aprender y enseñar. Pero en este punto de la discusión él plantea una objeción: “¿Cómo puede ser esto?”
Es interesante observar la manera en que Jesús manejó esta objeción. ¡Universalmente el mundo se opone a la convocatoria y a la promesa de un nuevo nacimiento en Dios!
La objeción de Nicodemo implica cierta ignorancia, pero Jesús no iba a permitir tal ignorancia proveniente del Maestro de Israel, del Rabino supremo. Esta fue la respuesta de Jesús, vagamente parafraseada:
¿Me estás diciendo que no sabes estas cosas?… ¿Tú? ¿El experto en la ley de Dios vas a alegar ignorancia de esta promesa básica y de la necesidad que implica?
¿Que es lo que Nicodemo pretende no saber?
La promesa de un corazón nuevo para Israel y la certeza de que ese nuevo corazón era necesario. Las implicaciones de esta promesa en Ezequiel, la cual fue anticipada mucho antes por Moisés y los otros profetas, que Dios iba a circuncidar a los corazones de Israel y escribir Su ley en ellos, presupone que el corazón de Israel no estaba bien con Dios. También presupone el hecho de que no todo Israel es verdaderamente Israel, y por último, que la circuncisión debe ser del corazón.
De estas promesas también se deduce la absoluta insuficiencia de la ley para preparar a la nación para el reino de Dios, es decir para el gobierno de Dios. Nicodemo habría estado muy familiarizado con escrituras tales como:
Además, el Señor tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas. (Deuteronomio 30:6)
Entonces os rociaré con agua limpia y quedaréis limpios; de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y que cumpláis cuidadosamente mis ordenanzas. (Ezequiel 36:25-27)
He aquí, vienen días —declara el Señor— en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto, no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, mi pacto que ellos rompieron, aunque fui un esposo para ellos —declara el Señor; porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días —declara el Señor—. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. (Jeremías 31:31-33)
Sería humillante para cualquier Israelita el aceptar estas promesas y todas sus implicaciones: La dureza del corazón de Israel, su muerte hacia Dios, su insuficiente adhesión formal a la ley de Dios y su falta de amor. Reconocer estas promesas nos llevaría inevitablemente a aceptar el nuevo nacimiento.
¿Por qué Nicodemo, el maestro de Israel, y el típico representante de todos los sabios de Israel, no ve lo que Jesús está diciendo? No sólo debido a la ignorancia, sino que también a una obstinada ceguera voluntaria. Jesús pone el dedo en la llaga con Su respuesta a Nicodemo.
Hablamos lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no recibís nuestro testimonio. Si os he hablado de las cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las celestiales?
Nicodemo pareciera no poder recibir el testimonio de la palabra de Dios, que dice que el reino de Israel no se concretará sino hasta el momento en que Dios le de a Israel un nuevo corazón, (las cosas terrenales).
Pero Israel es un microcosmos de toda la humanidad. ¿Entonces cómo podría ser Nicodemo capaz de aceptar la revelación más amplia, que todos los hombres en todas partes, Judíos y/o Gentiles, deben nacer de nuevo por medio del Espíritu Santo para entrar en el reino celestial?
Lo mismo sucede con el hombre. En lugar de ser una cuestión de falta de conocimiento, particularmente en el caso de los sabios y entendidos, el verdadero problema del hombre es la incredulidad. ¡La ignorancia voluntaria! La negativa a aceptar las implicaciones del Evangelio de Jesús que habla de una nueva vida, prohíbe el camino al cielo a millones de personas.
El mismo Infierno se hace eco de las interminables racionalizaciones de la incredulidad: “Si yo creyera eso admitiría que estaba totalmente equivocado.” “¡Si yo aceptara eso, debería admitir que era un pecador!” “Demasiada gente me ve como una ‘persona con una buena moral’ como para tener que volver a ser como un niño y empezar todo de nuevo.” Una vez le dije a un hombre que tenía que nacer de nuevo, y su respuesta fue: “¿Por qué habría de hacerlo cuando me fue bien la primera vez?” La diferencia entre la incredulidad y la ignorancia es la diferencia entre no saber, y negarse a saber. La ignorancia puede ser curada, pero la incredulidad requiere arrepentimiento porque se trata de un grave problema moral, un pecado contra Dios.
Capítulo Siete
El Que Bajó Del Cielo
Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo. (Juan 3:13)
Nicodemo era un líder religioso, el Rabino de Israel. Pero se sintió atraído a buscar la sabiduría obvia de un “inexperto” Rabino itinerante, Jesús de Nazaret. Fueron los milagros de Jesús, así como su enseñanza, lo que obligó a Nicodemo y a otros Rabinos principales a reconocer que Dios estaba con El.
Jesús no perdió tiempo alguno durante la entrevista, informando a Nicodemo que él tendría que nacer de nuevo para ser capaz de ver o entrar al Reino de Dios. En efecto, contrariamente a la creencia de Nicodemo, la nación de Israel, aún tenía que darse cuenta de la profecía de Ezequiel que dice que Dios le daría un nuevo corazón.
Pero al igual que la mayoría de la gente, Nicodemo se resistió, fingió ignorancia. El corazón orgulloso del hombre caído se resiste a admitir que él necesita un nuevo nacimiento.
Tal vez él podría admitir la necesidad de mejorar un poco en esto y aquello, pero no convertirse en un hijo dependiente y empezar todo de nuevo. Tal vez una prostituta o un fraudulento recaudador de impuestos tendría que nacer de nuevo, ¿pero un orgulloso Fariseo, destacado por su piedad?
De este modo Jesús llevó a Nicodemo, y también a todos nosotros, al corazón mismo de nuestro problema: La incredulidad. Este pecado sutil pervierte incluso la verdadera religión, convirtiéndola en la antítesis del motivo que Dios le dió.
En el centro de toda falsa religión hay un fraude espiritual. Este engaño corre a través del Induísmo, del Islam, del Movimiento New Age, y de las religiones seculares modernas como la evolución, el socialismo y el comunismo. Además también afianza la semilla del Cristianismo ficticio.
La falsa premisa dice que el hombre puede elevarse a sí mismo por medio de sus propios esfuerzos espirituales, puede convertirse en un dios, como lo prometió la serpiente a nuestra primera madre y a nuestro primer padre, Eva y Adan. Para la raza humana esta creencia es como una enfermedad espiritual incurable. El hombre siempre ha sido atraído hacia toda religión que le dice que él puede ser un dios. No importa cuanto infierno encuentre en su resultado, el hombre no puede dejar pasar tal creencia.
A esta premisa se la llama el Misterio de Iniquidad, en 2 Tesalonicenses 2- “Porque el misterio de la iniquidad ya está en acción…”
La triste historia de la especie humana culminará en la expresión final de esta falsa creencia, porque ha sido predicho que un hombre de pecado se elevará, pareciendo ser la realización de este oscuro ideal.
El es el “hombre de pecado”, el campeón de un mundo que ha sucumbido completamente a esta promesa maligna. Su comportamiento público ha sido reseñado proféticamente como una constante ilustración de este misterio pecaminoso.
El cual se opone y se exalta sobre todo lo que se llama dios o es objeto de culto, de manera que se sienta en el templo de Dios, presentándose como si fuera Dios. (2 Tesalonicenses 2:4)
¡Mira las utopías miserables del siglo pasado! El nuevo hombre de ciencia iba a elevarse y construir su propio paraíso terrenal. ¡Iba a ser más equitativo, más misericordioso y más justo que el mismo Dios! Este es el mismo principio que encontramos en toda la historia religiosa del hombre.
Las pirámides y zigurats construidos en todos los continentes son solamente aspiraciones religiosas, pasos para el ascenso a la divinidad, los grados de avance manufacturados por el hombre, solamente expresiones religiosas inspiradas por el diablo. El judaísmo en sí, tal como se desarrolló en los días de Nicodemo y los Rabinos y Sabios, se degeneró en este falso principio de avance a través de las obras de la ley de Dios.
Aquellos debajo de este sistema se fatigaban en el trabajo sin fin en pos de esa meta, tratando de ascender al cielo por sus buenas obras.
Esta es la razón por la cual Jesús mismo de se dirigió hacia ellos llamándolos cansados y cargados, lo cual está reflejado en Mateo 11
Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas. (Mateo 11:28-29)
Este fue el error de la generación de Nicodemo, una distorsión de la religión bíblica que se convirtió en una religión de obras de justicia, la auto redención, un intento de ascender al cielo mediante la labor propia.
Nicodemo y su generación no han sido los únicos en caer en este error. La auto salvación por obras es la posición intrínseca de la mayoría del mundo a quien el Salvador le hace esta declaración simple pero fundamental: “Ningún hombre ha ascendido al Cielo…”
Ninguno. Ni siquiera el sabio más grande! Ni Madre Teresa, ni Gandhi, ni siquiera el filántropo más benevolente. ¡La religión humana no puede salvar a nadie! No hay ninguno justo, ni siquiera uno… ¡por las obras de la ley no carne será justificada!
Si la falsa religión del esfuerzo propio, conocida bíblicamente como el “misterio de la iniquidad”, es la fe constante y rebelde que dice que el hombre puede ascender y “ser como dioses”, ¿Cuál es entonces la verdadera espiritualidad?
Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: El fue manifestado en la carne… (1 Timoteo 3:16)
…Sino el que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre. (Juan 3:13)
No. Los hombres no van a ascender y convertirse en pequeños dioses. El hombre esta arruinado debido a su caída en su relación con Dios. El hombre está espiritual y moralmente quebrado por completo, y no es capaz en su estado ruinoso actual de entrar en el reino del cielo. El hombre carece del poder, es impotente, es ciego, es débil y muerto en sus transgresiones y pecados.
Si el hombre puede ser salvado, el mismo Dios va a tener que venir a nosotros. El Hijo del Hombre deberá descender, deberá de haber una encarnación.
Una de estas dos espiritualidades es muy atractiva para el hombre, promueve su orgullo, su independencia y sus logros. La otra es muy humillante, porque no exalta la auto-estima del hombre, quien debe admitir su propia impotencia y debe confesar su pecado. ¿Cuál de ellas se convertirá en la religión popular? ¿Cuál será la preferida por la mayoría de la humanidad, a no ser que la gracia de Dios intervenga? ¿Quién elegiría ser un desgraciado cuando uno tiene la oportunidad de creer en si mismo?
Capítulo Ocho
De Tal Manera Amó Dios Al Mundo
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Nos encontramos en este punto de nuestro estudio de Juan capítulo 3, probablemente en el verso más querido y conocido de la Biblia. Sin duda es la frase singularmente más traducida en el mundo. Con reverencia nos acercamos a estas palabras que traen buenas nuevas provenientes del cielo.
Pero es posible, de hecho probable, que el mero conocimiento que muchos tienen de estas palabras en nuestra cultura, tenga un efecto desafortunado y debilitante, en lugar del efecto que nuestro amable Salvador propuso cuando las pronunció.
Por ejemplo, últimamente mucha gente puede recitar Juan 3:16. ¿Pero cuanta gente puede hacer lo mismo con Juan 3:14-15 o Juan 3:17-21?
Este hermoso versículo tiene un contexto determinado, y solo puede ser comprendido enteramente al ponerlo dentro del flujo de pensamiento que lo precede.
Por ejemplo, las palabras “porque” y “de tal manera” tienen un significado muy importante. “Porque de tal manera amó Dios al mundo…”
Obviamente, la palabra “porque” no solamente se refiere a lo que ya se había dicho en las Escrituras hasta ese momento como la discusión sobre el nuevo nacimiento (Ezequiel 36), el nuevo corazón y el lavado que Dios le daría a Israel, sino que también, en el contexto inmediato se refiere a la historia de la serpiente de bronce en el libro de Números, capítulo 21.
La palabra “porque” en Juan 3:16 apunta a la enseñanza dada en Juan 3:14-15
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo aquel que cree, tenga en El vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo… (Juan 3:14-16)
Las palabras “de tal manera” también son muy mal entendidas por muchos lectores modernos, debido a la tendencia a interpretarlas como una descripción de intensidad- “…de tal manera amó Dios al mundo…” lo cual es entendido como, “El amó mucho al mundo…”
Obtuve un particular entendimiento de este versículo al leer un pequeño libro (“Is John 3:16 The Gospel?”, David Pawson, Terra Nova Publications), escrito por un maestro Británico de la Biblia, David Pawson. En Inglés las palabras “de tal manera” se leen después del nombre de Dios, lo cual predispone al lector a asumir que representan cuantitatividad. Pawson señaló que las palabras deberían ser invertidas para evitar esa errónea interpretación.
Justificadamente este pasaje podría ser leído así: “Dios, de esta manera amó al mundo. . . ” o “Dios ha amado al mundo de esta manera.”
¿De qué manera? ¡Dios amó a todo el mundo de la misma manera que El amó a Israel cuando las serpientes los estaban matando en el desierto!
Debemos preguntarnos, ¿Que estaba ocurriendo en Números 21, que hizo decir a Jesús que nos daría un entendimiento profundo acerca de la manera en la que Dios amó al mundo?
Por causa del pecado de ingratitud e incredulidad de la gente (quienes habían estado murmurando contra Dios y amenazaban con matar a Moisés y Aarón), cayó un juicio sobre ellos en forma de serpientes venenosas, enviadas para morder y matar a los Israelitas rebeldes. La gente estaba cayendo a diestra y siniestra, pero al igual que Cristo, Moisés y Aarón cayeron de rodillas y intercedieron por ellos.
¿Cuál fue la instrucción de Dios?
¡Que construyeran una serpiente de bronce, la erigieran en un poste y la pusieran en público, diciendo a la gente que quienes miraran a esa serpiente vivirían!
De acuerdo a Jesús, esa fue exactamente la manera en la cual Dios amó al mundo.
El no terminó con las serpientes mientras la gente se moría por sus mordeduras. Dios no organizó a la gente en grupos de exterminadores de serpientes, ni tampoco hizo que ellos examinaran su propio pasado para ver que era lo que había salido mal.
El no consintió a los rebeldes, erradicando todo lo que los perjudicaba y dejándolos sin cambio alguno.
¿Qué hizo Dios para amar al mundo? ¡El les dio una salida!
El erigió una cruz para que la vieran. El bronce es un metal que simboliza el juicio divino. Por ejemplo cuando Israel no obedecía al Señor, Dios les dijo que tendrían “cielos de bronce,” porque El no respondería sus plegarias.
La serpiente es el gran enemigo de la humanidad, pero en el ofrecimiento de Jesús, la serpiente fue puesta bajo el juicio de Dios, y la muerte misma murió.
Ya está aquí el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo. (Juan 12:31-32)
La fe salvadora incluye una mirada creyente.
Al pueblo de Israel se le requirió que no miraran las mordeduras de serpientes sufridas como resultado de los pueblos vecinos y de su propio pasado, pero que contemplaran la serpiente de bronce erigida y designada por Dios, para ser sanados.
Del mismo modo se requiere a los pueblos de la tierra que miren con fe al Hijo de Dios, erigido, cargando con nuestro juicio en el árbol. A través de la muerte, la muerte destructiva que sufrió por nosotros, Jesús nos ha liberado de la mordedura mortal de la serpiente, que son nuestros propios pecados.
Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, El igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida. (Hebreos 2:14-15)
¡Este amor de Dios es sorprendente! En vista de la cruz de Jesús, cuestionarla o negar la bondad de Dios desplegada en el Calvario de una vez por todas, sería una blasfemia. Pero este no es un amor incondicional.
Las serpientes todavía están mordiendo a los pecadores rebeldes, la gente sigue pereciendo, yendo al juicio eterno que merecen. Tampoco Dios ha eliminado las serpientes y los fuegos del infierno.
Pero en Jesús, El nos ha dado una salida; El ha hecho una manera justa de escape para nosotros. Un Dios santo ha hecho un camino santo para que nosotros, pecadores, entremos en Su santo cielo. Debemos apartar la mirada de nosotros mismos y de nuestra situación, y con una trepidante fe y adoración, mirar a Jesús crucificado y erigido como nuestro sustituto.
Capítulo Nueve
El Mundo Que Dios Amó
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Juan 3:16 es tal vez el verso universalmente más reconocido en toda la Escritura. Cuando un famoso atleta del fútbol americano profesional llamado Tim Tebow escribió “Juan 3:16” en su pintura facial (debajo de sus ojos), Google informó que había 92 millones de visitas en busca de Juan 3:16.
Creo que es una gran cosa que Juan 3:16 haya conseguido tanta atención y por tanto tiempo. Es un tremendo resumen de la esencia del Evangelio. “Porque de tal manera amó Dios al mundo…”
Consideremos las palabras “el mundo” tal como se utilizan en la escritura, ya que el mundo es el objeto directo del amor de Dios. Pero, ¿Qué es lo que queremos decir con la expresión, “el mundo”?
En las Escrituras la frase ha sido utilizada en más de una forma. Hay momentos en que la palabra se refiere al planeta Tierra, como en “Dios hizo al mundo…” Sin embargo, es obvio que Juan 3:16 no se refiere al planeta Tierra.
En otros lugares la palabra “mundo” es una referencia a la época actual. En esos casos, la palabra en el idioma Griego es completamente diferente a la de los versículos de Juan. La palabra usada en idioma Griego es eón (edad). Por ejemplo, Gálatas 1:3-4 dice:
Que Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo les concedan gracia y paz. Tal como Dios nuestro Padre lo planeó, Jesús entregó su vida por nuestros pecados para rescatarnos de este mundo de maldad en el que vivimos. (NTV-Gálatas 1:3-4)
Sin embargo, el término “mundo” en Juan 3:16 se refiere a la totalidad de la humanidad, alejada de Dios y perdida en el pecado. “De tal manera amó Dios al mundo”.
Aquí, la palabra “mundo” en Griego es “cosmos”. Significa “orden” o “adorno”. Tiene que ver con la manera en la que hombre caído se ha desarrollado espiritual, intelectual y culturalmente sin Dios. El mundo odia a Dios y siempre lo ha hecho…pero Dios amó al mundo.
Este mundo que Dios amó, está descrito mas adelante en las escrituras como una entidad espiritual. Desde la caída, el hombre ha estado sin Dios, completamente alejado de Dios y verdaderamente enemistado con el Creador.
Consideremos tan solo una muestra de lo que la Biblia dice acerca de la naturaleza del mundo al cual Dios amó.
Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia. (Juan 15:18-19)
En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de El, y el mundo no le conoció. (Juan 1:10)
No hablaré mucho más con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo, y él no tiene nada en mí. (Juan 14:30)
Se nos dice que el mundo odia a Cristo y no lo acepta, y tampoco puede aceptar al Espíritu Santo de la verdad. También odia a los Cristianos y los persigue.
Finalmente, la Palabra de Dios revela que: ¡El “príncipe de este mundo” es el mismo Satanás, y que todo el mundo yace bajo el poder del maligno! (Juan 5:19)
En otras palabras, todas las diversas formas de religión que se han desarrollado en el mundo fuera de la revelación de Dios en Cristo, equivalen a una forma de humanismo y en última instancia al culto a Satanás. Nosotros enfatizamos que con Jesús, “Dios de tal manera amó al mundo…”, describiendo el amor divino, no como un sentimiento o una pasión, sino como un acto, un evento en el tiempo y en el espacio, una ocurrencia histórica. ¿Cuándo fue que Dios amó al mundo? El lo amó una vez (y para siempre) en el Calvario, cuando dio a su Hijo como ofrenda por nuestros pecados.
Fue allí cuando Dios “amó” al mundo.
En el Calvario Dios amó a un mundo que siempre lo ha odiado y rechazado. Este es un mundo que está arraigado en su odio hacia Dios. Este es un mundo que murmura, se queja, y cuestiona constantemente la justicia y el amor de Dios.
Sin embargo, Dios amó de tal manera al mundo, en forma específica e intencional. No lo amó generalizadamente sino que lo hizo específicamente y en sus propios términos.
Dios no ama al mundo incondicionalmente en el sentido en el cual Dios nota el bien en el mundo a pesar de sus defectos. De hecho Dios ya ha juzgado al mundo y ha impuesto su sentencia, el Señor ejecutará su ira sobre este mundo. Dios sabe que este mundo vive en una profunda rebelión contra El. Sin embargo, conociendo la verdad acerca de esta era malvada, Dios amó al mundo de tal manera que nos ofrece un camino de salvación.
No puede haber ninguna experiencia provechosa del amor de Dios, fuera del pleno recibimiento de la oferta de Jesús en el Calvario con todas sus ramificaciones. Dios no puede ser conocido fuera de la cruz de Jesucristo.
Capítulo Diez
La Naturaleza del Amor de Dios por el Mundo
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Debido a la influencia del modernismo y la psicología en el entendimiento bíblico de muchos, incluso en el evangelicalismo, el concepto del amor de Dios ha sido completamente distorsionado. La gente incorpora en textos como Juan 3:16, su propia comprensión humanista acerca del amor.
Por ejemplo muchos pastores modernos y maestros dicen algo así como que la cruz nos muestra la medida de nuestro valor. Como un popular maestro Cristiano lo planteó,
“Si Dios puede amarnos y aceptarnos tan espontáneamente, es porque debe haber algo verdaderamente maravilloso acerca nuestro.”
Otro apologista en varios aspectos muy efectivo, nos asegura que: “Para Dios tú eres ‘digno de Jesús’, ya que ese es el precio que El pagó por ti.” (Josh McDowell, “Building Your Self-Esteem” -Wheaton: Tyndale, 1986, pp. 42-43) Todos hemos oído puntos de vista como este o variaciones del mismo, así como el siguiente proveniente de otro autor evangélico popular que postula lo siguiente:
“Por supuesto la mayor demostración del valor de una persona para Dios fue dada cuando El dio a su Hijo.” (William Kirwin, “Biblical Concepts for Christian Counseling” -Grand Rapids: Baker, 1984, p. 107)
Creo que perspectivas como éstas son engañosas. A pesar de que estas declaraciones contienen una verdad parcial, el énfasis está desviado, lo cual lleva a la gente a una comprensión distorsionada acerca del amor de Dios.
Como apropiadamente dijo Martin Luther,
“Dios no nos ama porque somos valiosos, somos valiosos porque Dios eligió amarnos.”
¿Que es lo que Jesús quiso decir cuando proclamó que de tal manera amó Dios al mundo?
Para poder entender esto primero debemos captar el significado bíblico de la palabra “amor”. En el idioma Griego del Nuevo Testamento hay mas de una palabra utilizada para referirse al “amor.”
La palabra en el idioma Griego “eros”, del cual obtenemos la palabra “erotismo”, significa el amor relacionado con el deseo. El muchacho le dice a la muchacha “te amo”, pero a menudo lo que el quiere decir es “te deseo…” (para mi).
Hay un “eros” que es valido dentro de los límites del santo matrimonio, pero vivimos en una sociedad de erotismo desmedido, promiscuo y profano.
Hay otra palabra en Griego que se traduce como “amor” y es la palabra “phileo” que significa, el “amor de un hermano”, o el “amor de un amigo”. El nombre de la ciudad Philadelphia quiere decir “ciudad del amor de hermanos”. Un “Francófilo” es alguien que ama aquello que es Francés.
Otra palabra griega que significa amor es “storge”, que se refiere al afecto, pero puede variar en el aspecto del compromiso. “Storge” puede y debe ser parte de lo que los padres sienten hacia sus hijos. “Storge” también se refiere en diversos grados, a los diferentes niveles de afecto natural por aquellos quienes Dios ha puesto en nuestras vidas.
Pero “storge” también puede significar algo así como lo que quiere decir la palabra moderna “ternura”, la sensación que se obtiene cuando alguien ve a un bonito bebé, o un niño. Dios no “Storge al mundo” en Juan 3:16.
El Dios de Juan 3:16 no amó al mundo basado en algo dentro nuestro que era deseable para El, o porque había algo en nosotros que El vio que era bueno, noble o incluso agradable. Ciertamente, su amor por nosotros no debe interpretarse como una medida de nuestra dignidad.
Dios tampoco amó al mundo de acuerdo a una afección sentimental.
La palabra que Jesús usó en Juan 3:16 es “ágape”. Agape se refiere al amor voluntario.
A pesar de la animosidad y rebelión del hombre contra Dios, El vio nuestra necesidad y quiso nuestro bien. El ágape lo movió a hacer lo que era necesario para salvarnos de la ira que merecíamos. Se podría decir que El puso su amor en nosotros, mientras nosotros aún seguíamos siendo pecadores.
El hecho que Dios “Ame al Mundo” que lo ha rechazado y despreciado, y cuando tuvo la oportunidad lo crucificó, ¡es la mejor historia jamás contada! ¡Es incomprensible!
Pero muchos hoy en día son como aquel ateo Francés, a quién en su lecho de muerte se le preguntó, “Qué pasaría si estuvieras equivocado?”
Su respuesta indiferente fue, “Dios me perdonaría. Ese es su trabajo…¿no?”
Sorprendentemente, Dios amó tanto al mundo, que El encontró una manera justa para satisfacer las demandas de su justicia Santa contra nosotros, mientras que al mismo tiempo mostró su infinita misericordia para con nosotros. ¿La respuesta al dilema? La cruz de Jesús.
Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El. (2 Corintios 5:21)
Capítulo Once
El Amor de Dios es un Misterio Impresionante
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó… (Efesios 2:4)
Juan 3 es el registro de una entrevista que Jesús concedió al Rabino líder, Senador (Sanedrinista) y Fariseo, Nicodemo. ¿El tema? El nuevo nacimiento.
Jesús le dijo a Nicodemo que el nuevo nacimiento era más que, como creían los Judíos, la aceptación de una nueva serie de responsabilidades como el matrimonio o el ministerio. El nuevo nacimiento es un acto de Dios, el Espíritu Santo. Fue y es el cumplimiento de la promesa dada a través del profeta Ezequiel, que Dios otorgaría a Israel un “lavado en agua” y les daría un nuevo “tierno corazón de carne” para que pudieran mantener sus mandamientos.
Ningún ser humano jamás podría llegar a ser lo suficientemente bueno para alcanzar este nuevo nacimiento, es un regalo de Dios, dado a nosotros a través del descenso del “Hijo del Hombre, que está en el cielo”, y quien ha llegado a la tierra.
El don del nuevo nacimiento vendría como resultado de un evento similar al de la “serpiente de bronce” de Moisés erigida en el desierto. Del mismo modo es necesario que el “hijo del hombre sea erigido”, para que los que crean en El puedan recibir el regalo de la vida eterna. El Hijo soportaría en el árbol la sentencia que nosotros merecemos, para que podamos vivir.
Hemos discutido previamente lo que la frase “Porque de tal manera amó al mundo” no quiere decir. Tuvimos que hacerlo debido a décadas de enseñanzas humanísticas, debido a la influencia de la psicología y a la creciente sentimentalización del cristianismo, que han dado lugar a graves concepciones erróneas acerca del amor de Dios.
Dios no amó al mundo porque vio algo en él que era deseable. Y la cruz tampoco la es la medida de nuestro valor, como tantos afirman en esta era psicologizada. No había absolutamente nada en nosotros que haya obligado a Dios a amar el mundo; nada en nosotros hubiera podido persuadir a Dios que amara al mundo.
La palabra usada en Juan 3:16 en el idioma original para denominar al amor es “ágape”, significando que Dios eligió amarnos, El lo quiso así, y puso su amor en nosotros debido a su idiosincrasia, no a la nuestra.
Dios vio nuestra situación, optó por querer nuestro bien e hizo lo que había que hacer para salvarnos. Hay muchas facetas en este proceso de amor tan grande y tan Divino. De hecho tomaría una eternidad tan solo para empezar a sondear las profundidades del amor que Jesús menciona en Juan 3:16.
Por ahora, será suficiente que veamos solamente algunas de estas facetas. ¿Qué fue lo que persuadió a Dios para ofrecer a su Hijo por nuestra salvación?
MISERICORDIA – El Dios revelado por Jesús en Juan 3 es un Dios de misericordia y verdad. El no desea que nadie perezca, como dice el apóstol Pedro, sino que todos se arrepientan y puedan recibir el don de Dios que es la vida eterna.
Su verdadera naturaleza es perdonar, como el Salmista lo indicó—
Compasivo y clemente es el Señor, lento para la ira y grande en misericordia. No contenderá con nosotros para siempre, ni para siempre guardará su enojo. No nos ha tratado según nuestros pecados, ni nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades. Porque como están de altos los cielos sobre la tierra, así es de grande su misericordia para los que le temen. (Salmos 103:8-11)
La misericordia de Dios hace que El quiera aliviar los sufrimientos, incluso aquellos afligidos justamente. El vio nuestro pecado y todas sus implicaciones, toda la miseria, la vergüenza, el dolor, la confusión y la muerte que la añadidura del pecado humano traería consigo, entonces El hizo algo para proveer alivio y salvación.
AMOR SANTO – El amor de Dios es un Amor Santo. El tenía que aliviar nuestros sufrimientos de una manera santa y justa. No podía barrer nuestro pecado debajo de la alfombra; El tenía que hacerlo de una manera consistente con su propia naturaleza. ¿Su respuesta? La sustitución.
Debido a que Dios es santo, el pecado debe ser respondido. Cumplir con el jurídico requerimiento de que el pecador deba morir y que la ira sea satisfecha en respuesta a toda transgresión, a toda iniquidad y pecado. Jesús es la ofrenda que Dios hizo a Sí mismo, para nosotros.
AMOR COMPASIVO – El amor de Dios lo obligó a salvarnos entrando de lleno en nuestra humanidad. Dios mismo sentiría lo que sentimos, experimentaría plenamente todo lo que significa ser humano, (excepto el pecado).
Dios estaba en Jesucristo, viniendo hacia nosotros, probando la muerte en todas sus formas; el odio y el rechazo, el hambre, la sed, la limitación, la traición, el amor no correspondido, la humillación e incluso la vergüenza. El profeta Isaías dijo de El:
Creció delante de El como renuevo tierno, como raíz de tierra seca; no tiene aspecto hermoso ni majestad para que le miremos, ni apariencia para que le deseemos. Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos. Ciertamente El llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas El fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El, y por sus heridas hemos sido sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero el Señor hizo que cayera sobre El la iniquidad de todos nosotros. (Isaías 53:2-6)
No es de extrañar que Charles Wesley nos haya enseñado a maravillarnos en el siguiente canto de adoración:
¿Cómo puede ser que yo gane
un interés en la sangre del Salvador?
El murió por mí, quién causó su dolor.
Fue por mí, por quién El persiguió la muerte?
¡Asombroso amor! ¿Cómo puede ser,
que tú, mi Dios, murieras por mí?
¡Asombroso amor! ¿Cómo puede ser,
que tú, mi Dios, murieras por mí?
Capítulo Doce
El Hijo Unigénito
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
El don de Dios, que es la vida eterna o “nacer en lo alto”, ha sido posible gracias a que el justo y santo Dios hizo un camino justo para redimirnos a nosotros, los pecadores. Ese camino implicó el ofrecer a su “Hijo unigénito” como nuestra propiciación (expiación).
¿Qué significa el misterioso término “Hijo unigénito”? Es así como Jesús se describe a sí mismo en Juan 3:16. Aquí comenzamos a profundizar en los misterios de la Trinidad, por lo cual debemos avanzar con reverencia y primeramente asumir que nunca podremos entender completamente a Jesús. Es solamente con humildad que podemos recibir, en la medida en que somos capaces, la auto-revelación de Dios.
El mismo Jesús lo dijo cuando proclamó:
…Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. (Mateo 11:27)
Sólo Dios el Padre puede entender completamente a Jesús y sólo Jesús puede entender completamente al Padre. Para nosotros existe sólo una revelación parcial (pero suficiente) del Padre y del Hijo.
Tal vez deberíamos comenzar diciendo lo que Jesús no dice cuando se refiere a sí mismo como “el Hijo unigénito” del Padre.
El no está diciendo que alguna vez hubo un tiempo en el cual El no existía. Jesús no se originó en Belén. El vino al mundo, pero Jesús es desde toda la eternidad, tal como lo anunció Miqueas,
Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad. (Miqueas 5:2)
Isaías se hace eco en un pasaje familiar.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. (Isaías 9:6)
Esto no hace referencia a la madre humana de Jesús. El Apóstol Juan dice de El, “Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, El le ha dado a conocer.” (Juan 1:18)
El “Hijo unigénito” es un término eterno, se refiere al “que está en el Seno del Padre”, pero que vino a revelarnos a Dios. El Hijo de Dios es eterno, existiendo mucho antes de que hubiera habido una natividad en Belén, El existió así como este Proverbio lo afirma.
¿Quién subió al cielo y descendió? ¿Quién recogió los vientos en sus puños? ¿Quién envolvió las aguas en su manto? ¿Quién estableció todos los confines de la tierra? ¿Cuál es su nombre o el nombre de su hijo? Ciertamente tú lo sabes. (Proverbios 30:4)
Definitivamente no estamos diciendo que Jesús fue creado. El Hijo de Dios es el creador de todas las cosas, así como el sustentador. Se lo llama en Colosenses 1 “el primogénito de la creación”, lo cual es una referencia al hecho de que la nueva creación empezó con la resurrección de Jesús. También es una referencia a la preeminencia de Jesús en la creación. “¿El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura?”
El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en El fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de El y para El. Y El es antes de todas las cosas, y en El todas las cosas permanecen. El es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia; y El es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que El tenga en todo la primacía. (Colosenses 1:15-18)
La frase “Hijo unigénito” es la traducción de una palabra del texto Griego, “Monogénes”. Jesús es el singular y único Hijo de Dios.
Tú y yo, a través del nuevo nacimiento hemos sido aceptados en la comunión familiar de Dios. Llegamos a ser “hijos de Dios” por adopción e impartición de la vida eterna.
La humanidad deriva su concepto de la paternidad y filiación del eterno Padre y eterno Hijo dentro de la Trinidad. No importa qué tan deformado y tergiversado este concepto pueda estar en este mundo de pecado, la verdadera devoción filial y amor paternal provienen de la Trinidad.
Sólo Jesús es el “monogénes”, el único y singular Hijo del Padre. El es el Hijo eterno de Dios, quién desde siempre ha estado en comunión con el Padre y el Espíritu. Por lo tanto, Jesús es verdaderamente único. No hay otra persona como El y nunca podrá haberla.
Desde la eternidad El Hijo de Dios existió en amor, comunión y subordinación al Padre. El fue enviado por el Padre a esta tierra, para convertirse en un hombre, y que así pudiera entrar en nuestro ambiente para sufrir y morir por nosotros como un sustituto.
Es pasmoso, que debido a los pecadores, a los rebeldes, a la arruinada, deformada y perversa raza de los hombres, Dios enviaría ¿a quién?… ¡A su único Hijo! Eso es lo que hizo falta para poder rescatarnos y llevar a cabo un “nuevo nacimiento” para los hombres caídos.
¡He aquí el amor de Jesús por el Padre!
Por eso Jesús dijo: Cuando levantéis al Hijo del Hombre, entonces sabréis que yo soy y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo estas cosas como el Padre me enseñó. Y El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo siempre hago lo que le agrada. (Juan 8:28-29)
He aquí también, el amor del Padre por el Hijo. “Este es mi Hijo amado en quien me he complacido…”
El hecho que el eterno Padre haya enviado al Hijo bendito y eterno desde el cielo para salvarnos de nuestros pecados… y que el Hijo, siempre obediente, se haya subordinado al punto de la muerte y la vergüenza por nosotros para cumplir con la voluntad de su Padre… ¡Tales misterios son incomprensibles!
Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo. Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. (1 Juan 4:14-16)
Amor asombroso, ¿Cómo puede ser? He aquí el amor del Padre y del Hijo por un mundo perdido, rebelde, desagradecido y desviado!
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito… (Juan 3:16)
Capítulo Trece
Todo Aquel Que (continuamente) Cree En El
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
El tercer capítulo de Juan nos permite que participemos en una conversación entre Nicodemo, el Rabino en Jefe de Israel y Jesús de Nazaret. Jesús no fue entrenado en las escuelas rabínicas reconocidas, sino que fue aprobado por Dios a través de señales y prodigios, así como también por la doctrina irrefutable que enseñaba. Nicodemo vino a El, y habló en nombre de otros destacados Rabinos al reconocer que Jesús había venido de Dios.
¿El tema? El nuevo nacimiento como entrada en el tan esperado Reino de Dios. Aquí, en este punto de la discusión en Juan 3:16, Jesús le está enseñando a Nicodemo (y a nosotros), la manera en la que Dios, en justicia, puede darnos a los pecadores un nuevo nacimiento.
Tanto amó Dios al mundo que dio a Su monogénes. Su Hijo único, dado como una ofrenda por el pecado. Dios hizo un camino justo para otorgar nueva vida a mujeres y hombres perdidos, Jesús pagó el precio por nosotros.
Juan 3:16 es uno de los versículos mas amado de la Biblia, tal vez la prosa más traducida que nunca antes se haya escrito. Sin embargo, su familiaridad a veces hace que las personas asuman que ellas saben lo que significa. Pero la Biblia está viva y siempre trae más luz, así como también un útil enriquecimiento en cada verso de la escritura.
Por ejemplo, consideremos la frase “todo aquel que cree en El”. Al igual que en la historia de la serpiente de bronce erigida en el poste, toda aquella persona que con fe alza su mirada hacia el “Hijo unigénito” colgado en el árbol, no se perderá, mas tendrá vida eterna, (nacer de nuevo).
La salvación no es sólo para un grupo en particular, porque Jesús murió por todos. Cualquier persona que escucha el Evangelio y mira a Jesús con fe, recibirá el don del nuevo nacimiento que también se llama la vida eterna.
David Pawson, el hombre que he mencionado antes, quien escribió un detallado libro sobre Juan 3:16 (David Pawson, Is John 3:16 the Gospel? Terra Nova publications), apunta que la palabra “Cree” está en presente continuo. La lengua Griega tiene más conjugaciones de tiempos que el lenguaje Inglés. (Tengan en cuenta que no soy un experto en Griego, pero soy capaz de leer el trabajo de otros).
El presente continuo no suele traducirse en Inglés porque de hecho en Inglés no existe. Por ejemplo, en la enseñanza de Jesús acerca de la oración, Lucas 11: 9-10 lo cita diciendo:
Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (Lucas 11:9-10)
Esos son verbos que también están en el tiempo presente continuo y que literalmente dicen: “Pidan y sigan pidiendo, busquen y sigan hallando, llamen y sigan llamando, porque todo el que pide y sigue pidiendo, recibe…” El hecho de conocer la conjugación Griega aclara muchos malos entendidos en las Escrituras. Otro ejemplo se puede encontrar en 1 Juan 2:15, que dice:
No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. (1 Juan 2:15)
Debido a que la palabra amor (ágape) está en el presente continuo, este pasaje podría leerse simplemente de esta manera: “No sigan amando a este mundo ni tampoco a las cosas de este mundo…”
Volviendo a nuestro texto en Juan 3:16, vemos que la palabra “cree”, también está en el tiempo presente continuo. Podría muy bien entenderse de la siguiente manera:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree continuamente en El, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Curiosamente, Pawson señala que el amor con el cual Dios amó al mundo, está en el tiempo aoristo, lo que significa que El lo ha hecho de una vez y por todas – Amó Dios (de una vez por todas) al mundo.
¿Cuándo Dios amó al mundo? Cuando Jesús murió en la cruz. El acto de amor de Dios para este mundo rebelde y caído es un evento acontecido de una vez y por todas, nunca se repetirá, ni será necesario que deba repetirse jamás. Dios amó al mundo una vez y para siempre en la ofrenda de la cruz.
Dios no tiene una relación amplia y permanente con el mundo, aprobando las cosas buenas y desaprobando las cosas malas, siempre con la esperanza de que haya una mejoría.
El Dios Santo ha anunciado que a partir de la cruz el mundo pasó bajo el juicio, se dictó la sentencia y ahora su actitud hacia él es absolutamente implacable, el mundo está condenado.
Ya está aquí el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo. (Juan 12:31-32)
El hecho es que “una vez” y con efecto perfecto y persistente, amó Dios al mundo… dando a los pecadores a través de la cruz de Jesús una salida a su dilema.
Volviendo al texto, Pawson señaló que la palabra “cree” ha sido escrita en el tiempo presente continuo. Debemos creer continuamente en Jesús para poder obtener “vida eterna”.
Hay muchos que están tan confundidos acerca de esto, que afirman que una persona podría reincidir, renunciando por completo a Jesús y morir en sus pecados, y que sería admitido en el cielo porque en un momento determinado, en un punto a lo largo de sus vidas ellos “creyeron en Jesús para su salvación”.
Sin embargo esta falsa doctrina va en contra de gran parte de las Escrituras, por ejemplo:
Y aunque vosotros antes estabais alejados y erais de ánimo hostil, ocupados en malas obras, sin embargo, ahora El os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de El, si en verdad permanecéis en la fe bien cimentados y constantes, sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, que fue proclamado a toda la creación debajo del cielo, y del cual yo, Pablo, fui hecho ministro. (Colosenses 1:21-23)
Ahora os hago saber, hermanos, el evangelio que os prediqué, el cual también recibisteis, en el cual también estáis firmes, por el cual también sois salvos, si retenéis la palabra que os prediqué, a no ser que hayáis creído en vano. (1 Corintios 15:1-2)
Es cierto que todo lo que Jesús requiere de quienes venimos a El para la salvación, es que creamos en El, que nos mantengamos fieles a Su obra en la cruz y fieles a El como nuestro Sumo Sacerdote.
Pero la fe no es estática, es una continua dependencia, una permanencia en Jesús, una alimentación constante en su obra acabada, en su persona, comiendo y bebiendo sus palabras. Esta es la única y verdadera relación personal con Dios.
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. (Juan 15:1-4)
Capítulo Catorce
¿No Se Pierda?
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Jesús dijo que la razón por la que Dios, el Padre, envió a su único Hijo (el monogénes), es para que “no nos perdamos, mas tengamos vida eterna.”
Como señalamos antes, la mera familiaridad con Juan 3:16 a menudo hace que se nuble su verdadero poder y potencia. Con razón se hace que los niños lo reciten en las escuelas dominicales, del mismo modo en que se les enseña la oración del Padre Nuestro, o el Credo de los Apóstoles, de una manera casi rutinaria.
Es por ello que es beneficioso que en oración, hagamos un re-enfoque de tales pasajes familiares, examinándolos palabra por palabra y concepto por concepto, con el menor prejuicio posible.
¿Qué significa en la Escritura el perderse o perecer? Encontramos la palabra “perecer” también en otras partes de las Escrituras, con temor que el significado de tal palabra sea poco apreciado.
Porque la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios. (1 Corintios 1:18)
Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. (Lucas 13:5)
El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento. (2 Pedro 3:9)
La palabra Griega es “Apollumi”, lo que significa ser destruidos, arruinados para un determinado propósito – por ejemplo, para el propósito por el cual fuimos creados. Dios no quiere que seamos destruidos, en su lugar El quiere que nos arrepintamos. También puede significar que perezcamos, que nos volvamos inoperables o inútiles.
Las personas fueron creadas por Dios, tanto para un propósito general como para un propósito específico. Generalmente podemos decir con seguridad que todos fuimos creados para conocer, adorar y disfrutar de la comunión con nuestro Creador. Esto es lo mas importante en la vida de cada uno.
Específicamente, Dios le ha dado a cada persona ciertos dones, deseos y talentos únicos para glorificarlo a El y para servir a los demás. No alcanzar la culminación de esta realidad o ser indiferente a ella, es entregarse a sí mismo a la insatisfacción y la frustración. Hemos sido hechos para algo específico, “Buenas obras que Dios ha dispuesto para que caminemos en ellas.”
Pero el pecado ha iniciado un proceso de destrucción dentro de cada uno de nosotros. En verdad, todos en el mundo estamos pereciendo fuera de Cristo. El pecado esta constantemente y sin interrupción, corrompiendo y erosionando nuestras almas.
Año tras año el distanciamiento de Dios cobra un precio, el proceso se describe en varios lugares en las Escrituras, por ejemplo en el Salmo 1:1
¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores. (Salmos 1:1)
El hombre verdaderamente bendito, a través de la intervención de Dios evita el deterioro experimentado por el pecado. Pero el Salmista, retrata la vida del individuo impío a quien primero se lo ve caminando, luego simplemente de pie y finalmente sentado.
A medida que avanza en la vida, el hombre sin Dios se afianza cada vez más en una fija postura moral y espiritual; primero él está caminando, es decir que aún es móvil y orientable. Eventualmente su caminar se endurece como si estuviera tan solo de pie; está fijado en su camino (errante), hasta que finalmente, como para ilustrar la creciente parálisis del pecado, él esta sentado.
No es de extrañar que Dios nos exhorta a “Buscar al Señor” en la vida, mientras que todavía somos móviles y El puede cambiar nuestra mente y dirección, lo cual es el significado del arrepentimiento. De lo contrario, la vida es una constante progresión hacia abajo.
La muerte física en sí misma no detiene a la destrucción. ¡El acto de perecer continúa por siempre! El alma nunca cesa en su deterioro; incluso durante su condena sigue progresando en su ruina, eternamente. Esta es la horrible revelación, que todo lo que es en esta vida, seguirá su desarrollo para siempre. Nadie sigue siendo lo mismo porque todos estamos en transición.
El perecimiento no es sólo un proceso provocado por el pecado, pero es un justo castigo del Santo Dios. Dios debe castigar a todo lo que es malo, pecaminoso y rebelde. Su naturaleza lo exige. Debe de haber un “Día de ira” y lo habrá. Ray Stedman ilustra el dilema:
“En toda la Biblia vemos como el amor de Dios se manifiesta a los hombres y mujeres de todo el mundo al instarlos a escapar de este juicio. Dios en amor le suplica a la gente: “¡No continúen hacia este fin!” Pero en última instancia tiene que juzgar a los que rechazan su oferta de gracia. De hecho El dice, “Te amo y puedo proveer todo lo que necesites. Entonces ámame, y encontrarás la realización de lo que tu corazón está buscando.”
Pero muchos hombres y mujeres dicen, “No, eso no es lo que quiero. Quiero recibir lo que me ofreces, tomaré todas las cosas buenas que tu provees. ¡Pero no quiero recibirte a ti! Déjame vivir mi propia vida. Déjame servir mis propios fines. Déjame tener mi propio reino.”
A ellos, Dios finalmente les dice, “¡Muy bien, haz lo que quieras!” Dios puede optar por tres cosas: Primero, El puede dejar que la rebelión continúe para siempre y nunca juzgarla. En ese caso las terribles cosas que ocurren en el mundo, todas esas angustiantes injusticias y crueldades, furias y odios, la maldad, la pena, el dolor y la muerte que hoy prevalecen, seguirán para siempre.” (http://ldolphin.org/hell.html)
Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Por otro lado El está dispuesto a castigar todo pecado. El ha construido un camino para los hombres en el amor que fue revelado en el Calvario, pero también El debe ser fiel a su justicia.
Porque después de todo es justo delante de Dios, retribuir con aflicción a los que os afligen, y daros alivio a vosotros que sois afligidos, y también a nosotros, cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con sus poderosos ángeles en llama de fuego, dando retribución a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder. (2 Tesalonicenses 1:6-9)
Dichoso aquel siervo a quien, cuando su señor venga, lo encuentre haciendo así. (Mateo 24:46)
Perecer es para siempre. La descomposición y la ruina no tienen fin. Jesús nos dice que el remordimiento y el arrepentimiento, el “gusano” que roe a la conciencia eternamente despierta, el fuego insaciable que consume el alma, son “Eternos”.
Y si tu ojo te es ocasión de pecar, sácatelo; te es mejor entrar al reino de Dios con un solo ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego no se apaga. (Marcos 9:47-48)
El libro del Apocalipsis lo llama la segunda muerte.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda.” (Apocalipsis 2:11)
Bienaventurado y santo es el que tiene parte en la primera resurrección; la muerte segunda no tiene poder sobre éstos sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con El por mil años. (Apocalipsis 20:6)
Y el mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron a los muertos que estaban en ellos; y fueron juzgados, cada uno según sus obras. Y la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda: el lago de fuego. Y el que no se encontraba inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego. (Apocalipsis 20:13-15)
El nuevo nacimiento que Jesús nos ofrece, interrumpe el proceso de destrucción, invirtiendo la desintegración del alma a través de la impartición de la vida eterna, que es el don de la vida misma de Dios. Recordemos que la discusión de Juan 3 es el nuevo nacimiento, “nacer de lo alto”. Si hay ambos, un nacimiento físico y un nacimiento espiritual, ¿no se deduce que también hay una muerte física y una espiritual?
Como fue muy bien puesto por un lema que vi una vez- Si tu has nacido una sola vez, morirás dos veces, pero si tu has nacido dos veces, ¡morirás solo una vez!
¡Huye de la ira de Dios! ¡Búscalo a El antes de que sea muy tarde!
Capítulo Quince
Vida Eterna
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
La discusión entre Jesús y Nicodemo en Juan 3, era acerca de la necesidad y el fundamento Divino de un nuevo nacimiento. El nuevo nacimiento es una labor del Espíritu Santo de Dios, el hombre no puede realizarlo. Ser “nacido en lo alto” es el cumplimiento de la promesa hecha a Israel, que Dios le daría un “nuevo corazón” quitando de ellos el “corazón de piedra” y poniendo individualmente su Espíritu dentro de ellos.
El enviaría a su “Unico Hijo” a morir como ofrenda por nuestros pecados. Esta es el fundamento del nuevo nacimiento. Nosotros no tenemos que perecer, es decir, ser arruinados para siempre. Podemos vivir, si aceptamos el don de Dios, el cual es nada menos que una impartición divina de la vida eterna.
Este don celestial, el cual habla de nuestra necesidad más profunda, esta muy mal entendido incluso por muchos Cristianos. La salvación es un tema multifacético debido a que la caída del hombre nos ha arruinado a todo nivel.
Pero nosotros estamos “muertos en delitos y pecados…”
Esto digo, pues, y afirmo juntamente con el Señor: que ya no andéis así como andan también los gentiles, en la vanidad de su mente, entenebrecidos en su entendimiento, excluidos de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón; y ellos, habiendo llegado a ser insensibles, se entregaron a la sensualidad para cometer con avidez toda clase de impurezas. (Efesios 4:17-19)
La vida eterna es la respuesta de Dios a la muerte espiritual del hombre. En Jesús, los muertos viven otra vez; para Dios volvemos a la vida.
La capacidad que hemos perdido de conocer a Dios, de adorarlo, de amarlo y de responderle, es restaurada para el creyente en Jesús. La conversión Cristiana es nada menos que una resurrección de entre los muertos. ¡Sólo Jesús puede llamar a los muertos de sus tumbas y concederles vida eterna!
En verdad, en verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida. En verdad, en verdad os digo que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oigan vivirán. (Juan 5:24-25)
Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)
QUE ES VIDA ETERNA?
LA VIDA ETERNA ES UNA CALIDAD DE VIDA – El significado del término “Vida eterna” no es que nosotros viviremos para siempre, ya que toda la humanidad va a continuar existiendo para siempre; conscientes de sí mismos y con memoria, así sean santos o pecadores.
No os admiréis de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio. (Juan 5:28-29)
Podemos entender de las palabras “vida eterna” que la vida proviene de la eternidad. Es una referencia a la calidad de vida y no a su duración. Esta es la vida de Dios, dada a nosotros a través del Hijo de Dios. Nos convertimos en “participantes de la naturaleza Divina” a través del hecho de conocer a Jesús, nuestro Señor y Salvador.
LA VIDA ETERNA COMIENZA AHORA – He conocido personas que tienen la esperanza de que cuando mueran recibirán vida eterna. Pero si esperamos hasta entonces… ¡Será muy tarde! La vida eterna comienza en el momento en que uno es nacido de nuevo al aceptar a Jesús (Juan 1:12-13) creyendo en Su nombre, en lo que El es, en lo que El representa y en lo que ha logrado.
Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre. (Juan 20:31)
LA VIDA ETERNA ES UNA VIDA DEPENDIENTE – La analogía que Jesús utilizó para describir la aceptación de la vida eterna por parte del creyente como un don de Dios, proviene del viñedo. El es la “Vid verdadera” y nosotros, quienes creemos, somos las ramas. La vida eterna es comunicada hacia nosotros al “permanecer en Jesús”, la fuente de vida eterna.
Vida eterna es el conocer “al único Dios verdadero y a Jesucristo” (Juan 17:3) a quien El envió. No es un don estático y separado, pero es una dependencia y una confianza en la constante comunión con Jesús.
Cualquier hombre que permanezca en mí, ése dará mucho fruto…
PODEMOS SABER CIERTAMENTE QUE TENEMOS VIDA ETERNA – La primera epístola de Juan fue escrita para que sepamos con certeza que tenemos vida eterna… (1 Juan 5:13)
Pero 1 Juan 5:13 no es solo un texto de prueba, El habla de estas cosas por las cuales podemos estar asegurados porque son las pruebas de la vida eterna, y están basadas en tres declaraciones proposicionales acerca de la naturaleza de Dios quien nos hace participantes de Su vida.
“Dios es luz…” (1 Juan 1:5) – Esta prueba consiste en que debido a que Dios es luz, aquellos quienes han recibido la vida de Dios están dispuestos a vivir en la luz confesando sus pecados, de hecho están en una constante guerra con el pecado interior, porque odian al pecado.
Aquel quien no odia al pecado no tiene vida eterna.
“Dios es amor…” (1 Juan 4:8) – Debido a que Dios es amor, aquellos quienes tienen la vida de Dios se aman mutuamente. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos…” (1 Juan 3:14)
Todo el que aborrece a su hermano es homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. (1 Juan 3:15)
Jesucristo ha venido en carne… (1 Juan 4:2)
Aquel que tiene vida eterna va a creer la verdad acerca de Jesús, Su encarnación, Su divinidad y la completa doctrina de Cristo. La vida eterna siempre nos guiará al verdadero Jesús.
Aquellos quienes no tienen vida eterna lo hacen evidente al alejarse de la doctrina de Cristo (2 Juan 9). Ellos no han sido nacidos de la verdad y por eso no tienen una afinidad interior hacia ella.
Estos son los tres pasos de la prueba de vida eterna, una prueba ética, una prueba de amor y una prueba de verdad, por las cuales es posible que nosotros sepamos con certeza que tenemos al Hijo y a la vida.
Capítulo Dieciséis
Jesús No Fue Enviado Para Condenar al Mundo
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en El cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. (Juan 3:17-18 RVC)
Hemos estado viendo la discusión entre Jesús y el Rabino en Jefe de Israel, Nicodemo, acerca del tema de la entrada en el Reino de Dios.
De acuerdo a Jesús la única posibilidad de entrar en el Reino de Dios es a través de un nuevo nacimiento, es decir nacer en lo alto.
De hecho el hombre es un pecador y necesita perdón, pero también necesita algo todavía más profundo, porque él está espiritualmente muerto.
¡Pecador, caído, extraviado y en ruina, el hombre puede y debe ser nacido de nuevo! Sin una resurrección espiritual, para Dios el hombre esta muerto.
No tiene la capacidad de percibir, comulgar o recibir nada proveniente de Dios. Pero el hombre no puede manufacturar el nuevo nacimiento por sí mismo. El nuevo nacimiento es únicamente la obra de Dios.
El nuevo nacimiento es el regalo de Dios hecho por el Espíritu Santo de Dios. El hombre pecador ha sido calificado para recibir este don a través del envío del Hijo de Dios desde el cielo para ser el sacrificio por nuestros pecados.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito…
Hay tanta teología fecunda dentro de estos simples y plenos versos. Por ejemplo, en esta revelación podemos contemplar la Trinidad. Fue el Padre, quien envió al Hijo para ser el Salvador del mundo. Mucho antes de que cualquier otra cosa fuera, Dios siempre ha sido. Un Dios pero en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El Padre eterno envió al Hijo eterno debido a su amor por el mundo rebelde y caído.
El Hijo tiene un amor manifestado en su constante subordinación hacia el Padre, viviendo para honrar y complacer al Padre. El Espíritu siempre procede del Padre y del Hijo, honrando al Hijo.
Por eso Jesús, respondiendo, les decía: En verdad, en verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, eso también hace el Hijo de igual manera. Pues el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que El mismo hace; y obras mayores que éstas le mostrará, para que os admiréis. (Juan 5:19-20)
El hecho que el Hijo de Dios haya sido enviado al mundo es un profundo misterio. Nosotros no podemos entenderlo, sólo podemos recibir esta revelación en reverencia, con un humilde asombro. Desde antes que el mundo existiera, el Padre envió al Hijo y el Hijo siempre ha estado dispuesto a venir.
Por eso, al entrar en el mundo, Cristo dijo: «No quieres sacrificio y ofrenda, pero me has dado un cuerpo. No te agradan los holocaustos ni las expiaciones por el pecado. Entonces dije: “Mi Dios, aquí estoy para hacer tu voluntad, como está escrito de mí en el libro.”» (Hebreos 10:5-7 RVC)
Nadie más podría decir que ha entrado a este mundo con ningún otro posible significado mas que el que ha nacido aquí, en un determinado momento en el tiempo.
Pero el Hijo fue enviado aquí (desde el cielo). El que era desde el principio, cuya morada estaba en la eternidad, en constante comunión con el Padre, el jardinero original del Edén, el Esposo máximo, de hecho entró en este mundo.
Condescendió desde una altura infinita para venir a nosotros. Bajó hasta nosotros. ¿Por qué el Hijo ha tenido que bajar? Debido a que nosotros, quienes estamos tan caídos, tan quebrados y muertos, no hubiéramos tenido jamás ninguna otra manera de llegar al cielo. El Padre envió a su Hijo al mundo.
Aquí leemos el motivo así como también la parte negativa del motivo, porque aquí se nos dice que el Hijo no fue enviado a condenar al mundo, pero a salvarlo.
¿Porqué El tiene que decirnos que Jesús no fue enviado a condenar al mundo? ¿No debería ser obvio?
De hecho, Jesús nos dice esto porque sería fácil pensar que El vino ciertamente a condenar al mundo. El mensaje que Jesús trae a este mundo rebelde que odia a Dios suena condenador. Por ejemplo…
Porque os digo que si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. (Mateo 5:20)
Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. (Mateo 7:13:14)
En esa misma ocasión había allí algunos que le contaron acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la de sus sacrificios. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque sufrieron esto? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. ¿O pensáis que aquellos dieciocho, sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, eran más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. (Lucas 13:1-5)
Jesús pasó largo tiempo advirtiendo a los pecadores sobre la certeza del juicio, el infierno, el pesar, la agonía, el llanto y el crujir de dientes. También pasó gran parte de su ministerio de enseñanza mostrando a los hombres que son pecadores, dejando al descubierto la hipocresía, enseñando el verdadero significado de los Diez Mandamientos y convenciendo a los hombres del gran peligro en el que entran al romperlos.
Una vez le dije a una persona a quien yo estaba dando testimonio, que Jesús habló mucho más acerca del cielo que del infierno. (Yo estaba seguro de ello porque me parecía correcto que Jesús hubiera siempre sido “positivo”).
Pero pensé en verificar lo que pensaba, de modo que comencé a contar en el Evangelio de Mateo, todos los versos en los cuales Jesús habló del cielo y compararlos con la cantidad de versos que hablaban del infierno. Renuncié a seguir contando cuando estaba mas o menos a la mitad de Mateo, porque la cuenta de los versos hablando del infierno era tanto mayor que me sentí como un tonto.
Veo la razón por la cual la gente puede tener la impresión de que Jesús vino a condenar al mundo. Cuando uno piensa acerca de ello, gran cantidad de las prédicas de Jesús condenan al mundo. Estoy hablando del contenido real de las palabras de Jesús en los Evangelios, no del Jesús “psicologizado”, ni tampoco del popular Jesús con pensamiento positivo, ni del Jesús del New Age proclamado por los falsos profetas de hoy en día.
Mira las palabras del verdadero Jesús y verás la convicción penetrante, la condena absoluta de todos los hombres, las advertencias contra la justicia propia y la insuficiencia de la práctica religiosa.
De hecho puede ser aterrador.
Pero el Padre no envió al Hijo a condenar al mundo. ¡Jesús vino a salvar al mundo! Podríamos decir lo mismo de un hábil doctor especialista en cáncer. El no fue entrenado, educado y contratado
por un centro médico para inculcar miedo en la gente, aunque sus diagnósticos probablemente tengan ese efecto. El hizo todo eso con la idea de curar a la gente.
¡Pero primero los pacientes deben saber que están enfermos y que necesitan de un tratamiento radical!
El Padre ama al mundo a pesar de su profundo pecado, su odio hacia Dios, su orgullo y su arrogancia. Dios ama a los hombres y no quiere que ninguno perezca, pero que todos lleguen al conocimiento salvador del Hijo.
El creer en el nombre del Hijo de Dios es nada mas y nada menos que creer en Jesús, creer en quien es El y que fue lo que hizo por nosotros, aceptarlo y entrar enteramente en el nuevo nacimiento que El ofrece. Esa es la razón por la cual Jesús vino a nosotros, esa es la razón por la cual el Padre lo envió.
Capítulo Diecisiete
Los No Creyentes Ya Están Condenados
El que cree en El no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas. Porque todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas. (Juan 3:18-20)
En el capítulo 3 de Juan, Jesús dice que El no vino al mundo para “condenar al mundo”. El no tenía porque hacerlo porque el mundo que rechaza al Padre y a Su Hijo unigénito, fue y está ya condenado. Todos los hombres están continuamente condenados por la ley de Dios, así como también por sus propias conciencias las cuales les dicen que ellos no están bien con Dios.
Todos los hombres llevan en sí mismos un cierto sentido de participación en la vergüenza y la culpa de la raza humana. Esta es la razón por la cual la religión es un aspecto inescapable de la vida. La condena es el conocimiento íntimo del profundo y personal sentimiento que causa el fracaso de vivir de acuerdo a una norma. Muchas de las cosas que hoy se consideran como problemas psicológicos son productos de esa condena.
Los hombres saben en su corazón que son insuficientes, que son pecadores. La condena también esta conectada con el miedo a la muerte, debido a que existe un conocimiento universal instintivo que los hombres poseen acerca de la muerte. El hombre sabe que la muerte no es realmente algo natural y que es un castigo que tiene que ver con el juicio.
El hombre también comparte universalmente la percepción que hay algo exaltado acerca del hombre. No solo todos compartimos la vergüenza de Adan, pero también compartimos la imagen de Dios en la cual hemos sido creados.
Y esto amplifica nuestra condena porque sabemos que no somos simplemente animales siguiendo nuestro instinto, sino que somos razonables y responsables agentes morales, quienes deberán dar cuenta de sus actos. Hemos roto y distorsionado la imagen de Dios.
Por lo tanto el que no cree, ya ha sido condenado. Jesús no tiene por qué condenar al mundo, aunque su venida intensifica el efecto de condena ya presente.
Esto es porque la venida de Jesús fue y es una luz que revela absolutamente todo, y causa que todo lo que es falso sea visto por lo que realmente es.
Por ejemplo los Fariseos y los Saduceos pretendían ser hombres santos de Dios, posando hacia la gente como verdaderos creyentes y adoradores temerosos de Dios.
Pero con la venida de Jesús, la verdadera santidad y fe fueron reveladas hacia todos. En El, nosotros apreciamos lo que verdaderamente significa ser complaciente del Padre, amante de Dios, la verdadera devoción hacia Dios, y lo que en verdad significa creer y seguir la ley de Dios. ¿Que es lo que verdaderamente significa el temer a Dios? Significa nada más y nada menos que vivir como Jesús vivió.
Por otra parte, os escribo un mandamiento nuevo, el cual es verdadero en El y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya está alumbrando. (1 Juan 2:8)
El efecto de la vida de Jesús, entonces y ahora, fue causar que la falsa santidad y piedad de los Fariseos y Saduceos fuera vista tan poco profunda como lo era, que fuera vista como la hipocresía que era y sigue siendo. Con la venida de Jesús, la pretensión religiosa no pudo continuar siendo posible.
Auto engaño e hipocresía -es decir, pretender no ser lo que se es, o pretender ser lo que no se es- se hace imposible a la luz de Jesús.
No puede haber neutralidad, porque Jesús obliga a hacer una elección. Dios no puede ser conocido fuera de Jesús. Sin El, no puede haber una santidad verdadera. Las personas se ven obligadas a estar en favor o en contra de Jesús y Su palabra. Este es el significado de la palabra “crisis”, la cual es la raíz Griega de la palabra de condena.
Cualquier encuentro con Jesús obliga a una crisis, un momento decisivo. La crisis de este mundo fue la cruz de Jesús. Allí, en la cruz, el mundo fue condenado por Dios. Todas sus obras fueron juzgadas, dignas de muerte y destrucción, y el orgulloso príncipe de este mundo fue derrotado y enrolado para su propia perdición.
Ya está aquí el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo. (Juan 12:31)
¡La crisis de este mundo es ahora! La cruz es la condena de todo el mundo, lo más negativo de los tiempos, porque en ella Jesús tomó sobre sí todos los pecados, así es, El representó a todos los pueblos del mundo, y cargó por nosotros la muerte y el juicio.
El mundo ya está bajo la condena Divina, fue juzgado en la cruz de Jesús. El mundo no será sanado o mejorado. No lo convertiremos en un mejor lugar. Dios ya ha pronunciado la sentencia final para este mundo. Todo lo que le espera es la perdición que merece.
Pero en Jesús, por ahora, condenados hombres y mujeres pueden pasar de largo la condena hacia la vida eterna.
Capítulo Dieciocho
Los Condenados Rechazan La Luz
El que cree en El no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas. Porque todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas. (Juan 3:18-20)
El nuevo nacimiento del cual Jesús habló en su conversación con Nicodemo, es un buena notica. Con Dios nosotros podemos empezar todo otra vez. Podemos volvernos nuevamente como niños. Podemos ser nacidos de nuevo en Dios, y caminar en una nueva relación con El como Sus niños.
Por otra parte, podemos entrar en una esperanza de gloria eterna, la misma gloria que debido a la caída del hombre no podemos alcanzar. Dios, el Padre, ha construido un camino para llevarnos a la comunión con su Hijo.
Esto ha sido posible por el don de amor que es la oferta del Hijo de Dios por nuestros pecados.
Todos los pecados pueden ser perdonados. Todas las cosas malvadas que hemos hecho contra Dios y contra unos y otros, han sido contadas una por una y su precio pagado por completo en el sacrificio de Jesús en el Calvario.
Jesús murió por todos los pecados y por cada pecador.
…una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios… (1 Pedro 3:18)
Sin embargo, recibir el don del nuevo nacimiento requiere que así como el resucitado Lázaro, demos un paso afuera de nuestras propias tumbas de oscuridad y caminemos dentro de la luz de Dios.
¿Qué significa el caminar en la Luz de Jesús?
Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan 8:12)
¿Qué hace la luz? La luz revela cosas, permite que las cosas se vean como realmente son. Ese es el efecto de la venida de Jesús.
El pueblo que andaba en tinieblas ha visto gran luz; a los que habitaban en tierra de sombra de muerte, la luz ha resplandecido sobre ellos. (Isaias 9:2)
Jesús ha revelado por Sus palabras y Sus acciones al único Dios verdadero. Ahora nosotros sabemos completamente como es Dios, porque al haber visto a Jesús, hemos visto al Padre. “Las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya está alumbrando…” El Dios que Jesús revela es un Padre lleno de amor, compasión y gracia, reconciliante y resurrector. Sus palabras son vida. El nos conoce, conoce nuestros sufrimientos, miedos y faltas.
Jesús también reveló que Dios es un juez santo y justo que un día convocará a toda la humanidad delante de su trono de juicio.
La mayor parte de lo que sabemos bíblicamente acerca del infierno proviene de Jesús. Recibimos expresiones tales como “llanto y el crujir de dientes”, y “tinieblas de afuera” ¡de las palabras de Jesús! Jesús también revela el verdadero carácter de los hombres. A través de Jesús, los secretos del corazón de los hombres se revelan plenamente, y no es un cuadro halagador. Los hombres han caído, ciegos, hipócritas, y asesinos. Son egoístas e implacables, y alejados de Dios debido a sus pecados.
Jesús destruye la opinión que el mundo tiene de sí mismo. El contradice por completo el orgulloso humanismo del mundo, exponiendo la total bancarrota moral y espiritual, hasta del mejor de los hombres. El no se abstiene de nada en su crítico análisis del corazón humano.
Y decía: Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez. Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre. (Marcos 7:20-23)
Su cruz es tal vez la mayor ofensa de todas, porque presupone la profunda culpa humana, siendo también una declaración de nuestra inhabilidad humana de expiar por nosotros mismos.
La cruz también es la profunda revelación del odio divino hacia el pecado. Jesús murió por nuestros pecados como un sustituto y una ofrenda hacia Dios. Nosotros vemos su figura torturada y clavada en agonía en la cruz, abandonado por todos, incluso por su Dios, burlado y humillado por sus enemigos, y exhalamos una oración susurrante:
Querido Señor. ¿Es esto lo que ha hecho falta para salvarme de mis pecados? ¿Es el pecado así de malo? ¿Es que la brecha entre Dios y el hombre es tan grande que ha hecho falta esto para traernos hacia ti?
Pero los malvados se ofenden ante esta revelación de Jesús. Se creen una excepción de la verdad expuesta acerca de la naturaleza humana que ha sido revelada en Jesús, y especialmente en Su cruz. La luz es muy brillante y la exposición a ella es incómoda porque sanciona y condena.
De hecho muchos pasan sus vidas enteras huyendo de la luz de Jesús, cerrando las cortinas, cerrando las puertas, ocultando su mirada cada vez que la luz brilla. Ellos no quieren que se les diga que el hombre ha caído y que ellos necesitan ser rescatados de sus propios pecados.
El llamado a ser nacido de nuevo es en sí mismo un insulto. “¿Porqué yo debo comenzar otra vez? ¡Yo soy suficientemente bueno así como soy!” La gente no quiere ser nacida de nuevo si ello requiere una confesión a Dios de sus pecados y admitir su pecaminosidad y bancarrota espiritual. Recordemos lo que el Apóstol Pablo nos dijo bajo la influencia del Espíritu Santo en la carta a los Romanos, capítulo 1. Los impíos están bajo la ira divina, porque injustamente suprimen la verdad Ellos saben perfectamente que fueron creados por un Dios personal, que han roto o no han sido capaces de vivir a la altura de un código moral, y además, que debido a esto son susceptibles al juicio.
Y como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen. (Romanos 1:28)
Jesús dijo que la condena real de los malvados fue que cuando la luz vino al mundo “…los hombres amaron más las tinieblas que la luz…” De hecho, ellos aman no saber la verdad sobre sí mismos, no quieren ser vistos por Dios, tampoco están dispuestos a ser vistos por lo que realmente son. Ellos se niegan a verse a sí mismos a la luz de Dios.
Esta es una profunda mirada dentro de la psicología del hombre sin Dios, quién prefiere la fantasía y la ilusión a la verdad, porque la verdad lo humilla. Lo muestra como una criatura necesitada y dependiente. El no quiere enfrentar a un juez, entonces imagina que no existe un juez último. El hombre quiere hacer sus propias reglas, su propia ética personal y por lo tanto le molesta e incluso odia los mandamientos de Dios.
El hombre, si sólo fuese posible, crearía su propio mundo, de acuerdo a sus propios términos, y definiría su propia justicia. El se niega a conocer la manera correcta. El hombre confecciona su propio plan de salvación, y ese plan siempre exalta al hombre y nunca lo humilla. El hombre caído, aborrece la luz de Jesús.
Jesús nos advierte que esto será el fundamento del juicio final, el amor o el odio, la aceptación o el rechazo de la luz que vino al mundo.
Capítulo Diecinueve
Hacer La Verdad
Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas. Porque todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas. Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que sus acciones sean manifestadas que han sido hechas en Dios. (Juan 3:19-20)
La discusión entre Jesús y Nicodemo acerca la existencia de un nuevo nacimiento terminó con el relacionado tema del juicio final de todos los hombres frente al trono de Dios. Ser nacido en lo alto es la única forma posible para que el hombre pueda escapar la condena bajo la cual él está, la condena final que todos merecemos. Todos los hombres somos pecadores y sujetos al juicio.
¿Porqué hay tantos que serán condenados a pasar la eternidad arruinados y separados de todos los bienes y las bellezas que Dios ha preparado para el hombre?
Jesús, aquel sobre quien Dios el Padre ha puesto todo juicio, condensa el asunto en un solo cargo. El juicio llega porque cuando la luz vino a nosotros enviada por Dios, el hombre prefirió la oscuridad, rechazando a Jesús y junto con El, a todo lo que El fue e hizo y por nosotros.
Ellos no aceptan Su revelación acerca del corazón y la necesidad humana, y sobre todo aborrecen el mensaje de la Cruz y todo lo que implica.
Este es el puro significado de la maldad. No lo es tanto la magnitud de acciones o palabras dañinas. Tampoco podemos definir a la maldad en base a la cantidad de daño hecho por nuestros pecados.
La maldad, así como la definió Jesús, es el inflexible rechazo de la luz de Dios, el deliberado cierre del corazón a la verdad de Dios.
La maldad es la preferencia por la oscuridad en lugar de la luz, el optar por las mentiras, las fantasías y las ilusiones de servicio propio, en vez de la verdad divina así como Jesús la reveló.
¿Qué quiere decir el evangelio con la expresión “la verdad”?
Verdad no es una palabra general en la manera en la que hoy la utilizamos, como la verdad del álgebra, de la física, de la historia, de la geometría, etc. Cuando los Apóstoles hablaban acerca de la verdad, ellos se referían a “La Verdad” como la única revelación genuina de la realidad espiritual.
Por ejemplo, verdad es la revelación acerca de quien es Dios, quien y que es el hombre, su difícil situación y la respuesta que Dios ha designado a nuestro dilema, así como también la naturaleza del pecado y de la redención.
Verdad es la eterna realidad así como fue revelada por Jesús, que dijo de sí mismo, “Yo soy la verdad”.
¿Cómo podríamos saber estas cosas si no fuera por revelación? Dios ha creado al mundo haciendo que fuera posible que el hombre descubriera realidades físicas como las leyes de química, geometría y matemática. Pero la ciencia no puede ser la respuesta a toda pregunta.
Las respuestas a preguntas como ¿Quién soy yo? ¿Porqué he sido creado? ¿Porqué existe la maldad y el sufrimiento? requieren revelación divina.
Solamente el Creador puede darnos esas respuestas. El Señor Jesús es la completa revelación del Dios invisible. El es la verdad. Dios lo levantó de la muerte para certificarlo ante nosotros. Jesús verdaderamente murió por nuestros pecados como sustituto divinamente designado. Su evaluación de la condición humana es la verdad.
Del mismo modo Su labor para remediarlo, sus promesas y las advertencias a aquellos que lo aceptan o rechazan; todo esto es lo que se entiende como la verdad.
Hacer la verdad significa el aceptar completamente la revelación de Jesús y actuar sobre ella. Aquel que practica la verdad viene a la luz… quiere decir que aquel que toma a Jesús seriamente, admite que El es correcto, y está dispuesto a verse a sí mismo y a que los demás también lo vean del mismo modo en que Dios lo ve. Basta de pretender, basta de esconder y actuar, simplemente aceptemos la implicación de la cruz que dice Yo soy un pecador por quién Jesús murió.
Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que sus acciones sean manifestadas que han sido hechas en Dios. (Juan 3:21)
“Hacer la verdad” es vivir aceptando que de cualquier modo, todo lo que hago o he hecho ha sido “a la vista de Dios”, así que es mejor que aceptemos esta realidad. ¡Dios me ve, y me alegra que lo haga! El ve todo de mí, lo bueno, lo malo y lo feo. ¡Y El hizo provisión para mí en el Calvario porque yo lo necesito! La hipocresía es miope, tarde o temprano todo saldrá a la luz.
Hacer la verdad implica la confesión de nuestros pecados, reconocer a Dios y estar dispuesto a vivir expuesto Su luz. Significa dejar caer las hojas de árbol que cubren nuestra vergüenza y que representan la justicia propia artificial, permitiendo que la sangre de Jesús lave nuestros pecados. Hacer la verdad significa tener la voluntad de vivir nuestras vidas abiertamente en la comunidad de la verdad, en el cuerpo de Cristo que también ama la verdad.
Mas si andamos en la luz, como El está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a El mentiroso y su palabra no está en nosotros. (1 Juan 1:7-10)
Pablo se haría eco de Jesús, en 2 Tesalonicenses 2 cuando advirtió sobre aquellos que,
Con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, porque no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les enviará un poder engañoso, para que crean en la mentira, a fin de que sean juzgados todos los que no creyeron en la verdad sino que se complacieron en la iniquidad. (2 Tesalonicenses 2:10-12)
Todo se reduce a lo que la gente ama u odia.
Se nos advierte que hay solo dos categorías de personas. En una categoría están aquellos que aman la oscuridad, imaginan mentiras, ofuscación, viven en una nube negando de que son pecadores ante su Creador, negando que están en peligro de ser juzgados y que necesitan redención. Ellos gravitan hacia toda teoría o sistema religioso que les permite evadir la verdad.
Aquellos que aman la oscuridad simplemente deben creer la mentira, porque la mentira suena bien. La mentira está en ellos y quienes también gravitan hacia ella.
Si no hubiera un Benny Hinn o un Ken Copeland u otros herejes como ellos que plagan la iglesia, alguien los inventaría, porque su circunscripción esta preparada. Ellos aman la mentira, de modo que tarde o temprano deberán sumergirse en ella.
La otra categoría es la de aquellos quienes recibieron el amor a la verdad. Ellos aman a la iglesia o al predicador que les muestra sus pecados, admiten las demandas del evangelio que dice que todos somos pecadores, necesitados de perdón y justificación.
A través del nuevo nacimiento y del evangelio, la verdad los ha transformado y resuena en ellos. Han nacido de nuevo desde la verdad, y es por eso que tienen una afinidad interior hacia la verdad, alimentando sus almas con ella, viviendo en ella, promoviéndola a todo precio. Jesús dijo:
…Todo el que es de la verdad escucha mi voz… (Juan 18:37)
Eres tú de la verdad?
Capítulo Veinte
El Debe Crecer, Yo Debo Disminuir
Respondió Juan y dijo: Un hombre no puede recibir nada si no le es dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de El.” El que tiene la novia es el novio, pero el amigo del novio, que está allí y le oye, se alegra en gran manera con la voz del novio. Y por eso, este gozo mío se ha completado. Es necesario que El crezca, y que yo disminuya. (Juan 3:27-30)
El Evangelio de Juan capítulo 3 está construido de una manera específica, con el propósito de establecer un punto teológico determinado. Contiene una continuidad de pensamiento que va desde la discusión de Jesús con Nicodemo hasta el testimonio de Juan el Bautista.
Está escrito que “por el testimonio de dos o tres testigos todo será confirmado”. Esta viñeta adicional de las palabras de Juan el Bautista a sus discípulos sirve para reforzar los puntos principales de la discusión entre Jesús y Nicodemo. El trasfondo es la preocupación que tenían los discípulos de Juan el Bautista, cuando se dieron cuenta de que el ministerio de Jesús estaba eclipsando el ministerio de Juan el Bautista en su alcance e influencia.
Entonces, fueron al lugar donde se encontraba Juan el Bautista y le dijeron: «Rabí, resulta que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, y de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos acuden a El.» (Juan 3:26)
La actitud que Juan el Bautista muestra en su respuesta a la preocupación acerca de su ministerio por parte de sus discípulos, no sólo es una respuesta personal, correcta y centrada en Dios, pero también sirve como un modelo a la amplia postura espiritual que todos debemos asumir con el propósito de entrar en el nuevo nacimiento.
Juan el Bautista, de quien Jesús dijo: De cierto les digo que, entre los que nacen de mujer, no ha surgido nadie mayor que Juan el Bautista…, nos mostrará la manera de vernos a nosotros mismos y más importantemente, como ver a Jesús. El es nuestro modelo para las actitudes que uno debe asumir para ser nacido de nuevo. Recibamos sus palabras sabias-
Un hombre no puede recibir nada si no le es dado del cielo. (Juan 3:27)
En el contexto inmediato, Juan el Bautista esta respondiendo al temor de sus discípulos de que el ministerio de Jesús acerca de la prédica del arrepentimiento, estaba empequeñeciendo el ministerio de ellos. La respuesta de Juan el Bautista va todavía mucho mas allá. Todo lo que es realmente importante para nosotros es lo que Dios nos ha dado.
Lo importante es la gracia de Dios, no nuestras obras. El don de Dios será duradero, los logros humanos, no. Espiritualmente hablando, todo lo que sea que hemos acumulado a través de nuestros propios esfuerzos, equivale a nada. Solo lo que Dios ha dado es de importancia.
Volviendo al contexto original, Juan el Bautista está asegurando a sus discípulos que “Dios le esta dando a Jesús esas multitudes, del mismo modo que por un breve momento Dios nos dio esas multitudes que se aglomeraron en mi predicación.” Hasta en la vista general de las cosas, lo único que verdaderamente tiene una consecuencia eterna es, “Te has entregado a Jesús?
Enseguida después de ello, Jesús le diría lo mismo a una multitud de seguidores que estaban al borde de abandonarlo, diciendo,
Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. (Juan 6:37-39)
Lo que aquí se esta expresando es la confianza en la soberanía de Dios. Dios es el factor determinante en el nuevo nacimiento, y en todas las cosas. Un hombre no posee nada, excepto lo que Dios le da. Jesús dirá algo similar en su audiencia judicial frente a Pilato, quién se quedó atónito por el hecho de que Jesús no imploró frente a él por su vida.
Entró de nuevo al Pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta. Pilato entonces le dijo: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte, y que tengo autoridad para crucificarte? Jesús respondió: Ninguna autoridad tendrías sobre mí si no se te hubiera dado de arriba; por eso el que me entregó a ti tiene mayor pecado. (Juan 19:9-11)
El que tiene la novia es el novio, pero el amigo del novio, que está allí y le oye, se alegra en gran manera con la voz del novio. Y por eso, este gozo mío se ha completado. (Juan 3:29)
¿Cuál es el propósito del padrino en una boda? ¿Es el padrino aquel a quien todo el mundo está esperando? Es él el hombre del momento? Por supuesto que no. El padrino es el amigo del esposo, el designado para hacer los preparativos de la boda, para reunir a la gente, para asegurarse de que la novia tiene todo lo que necesita para estar preparada para la boda.
Una vez que el novio entra en la sala, el padrino retrocede hacia el trasfondo. El sabe que él ha hecho su parte y que lo que ahora ocurre no se trata de él. ¡Se trata del novio! El esta feliz por la atención que el novio recibe. Lo mismo ocurre con nosotros quienes atestiguamos por Jesús. La salvación no es acerca de nosotros; todo es acerca de Jesús. La iglesia no es un fin por sí misma; es el medio para un fin mayor. ¡Es para el Novio que está viniendo!
Es necesario que El crezca, y que yo disminuya. (Juan 3:30)
La Biblia comienza con una boda y termina con una boda. En la primera boda, a Adan, un hombre con una cicatriz en su costado, se le presenta una novia, (la cicatriz esta allí porque una parte de su costado le ha sido quitado por Dios para preparar a la novia).
En este primer novio se pronuncia una profecía, “por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.”
En la última boda, la definitiva, la “cena de la boda del Cordero”, Jesús, el novio, también tiene una cicatriz en Su costado, y también en sus manos, porque El ha sido atravesado y crucificado como precio por la novia. Su novia, la iglesia, está siendo preparada ahora mismo.
El matrimonio no es para el egoísta. La novia no puede ser feminista en el sentido del feminismo moderno, debe estar dispuesta a abandonar su YO, a tomar su nuevo nombre, no aferrándose a su propia individualidad, identidad y carrera. Ella debe dejar su propia vida y estar dispuesta a asumir la vida del novio.
El nuevo nacimiento nos enseña que el YO no debe tener tal primordial importancia; la justicia propia, la ambición propia, la estima propia, la identidad propia, el descubrimiento propio, la expresión propia, la realización propia, etc. El nuevo nacimiento se opone a todas las cosas que nuestra cultura tóxica nos dice que son tan importantes. Uno no puede nacer de nuevo a no ser que sea al precio del renunciamiento propio.
Juan el Bautista esta hablando de algo mucho mayor que la comparación de ministerios. El nos esta dando el tipo de mentalidad que se requiere de uno para poder recibir el nuevo nacimiento. Jesús debe crecer. Sus pensamientos, Sus obras, Su perspectiva es lo que cuenta, no la mía. Tan solo su virtud complace al Padre, solo El merece todo mi afecto, alabanza y ocupación. ¡De hecho Jesús debe aumentar!
Estas son las actitudes y las perspectivas de los que recibirán el don celestial de nacer en lo alto.
Capítulo Veintiuno
La Persona De Cristo
El que procede de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra, procede de la tierra y habla de la tierra. El que procede del cielo está sobre todos. Lo que El ha visto y oído, de eso da testimonio; y nadie recibe su testimonio. El que ha recibido su testimonio ha certificado esto: que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, pues El da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha entregado todas las cosas en su mano. (Juan 3:31-35)
El nuevo nacimiento es enteramente acerca de Jesús. Fue la oferta de Su vida lo que hizo posible que el Santo Dios nos ofreciera a los pecadores un nuevo corazón y,
El lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo. (Tito 3:5)
En Jesús somos “nacidos de nuevo a una esperanza viva…” pero “no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios…” (1 Pedro 1:3 y 1:23)
El nuevo nacimiento nos ha sido dado por Dios para que podamos entrar en un proceso en el que estamos constantemente “…conformes a la imagen de su Hijo.” (Romanos 8:29)
El objetivo es que compartamos la naturaleza y carácter de Jesús. El nacimiento en las alturas se introduce a los que “lo reciben…”, ellos son quienes por fe se convierten en “ hijos de Dios”, es decir, ellos son los que reciben al Mesías Jesús como Señor y Salvador y como sacrificio por el pecado.
Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. (Juan 1:12-13)
Jesús es el autor y la fuente y la causa del nuevo nacimiento, habiendo sido enviado por Dios el Padre, para que tengamos el privilegio indescriptible de ser engendrados por Dios.
Por lo tanto, es adecuado que Juan el evangelista haya sido guiado por el Espíritu Santo a concluir este capítulo de su evangelio acerca del nuevo nacimiento con este testimonio que hizo Juan el Bautista acerca de Jesús. Fue la respuesta a una pregunta que se les hizo a los discípulos de Juan el evangelista acerca de la purificación.
El Judaísmo, anteriormente a Juan el Bautista, practicaba bautismos y varios lavados ceremoniales relacionados con impureza ritual. Pero cuando apareció en escena Juan en Bautista, los fieles Judíos de aquellos días podían aceptar que el bautismo de Juan era un movimiento de reforma válida dentro del Judaísmo, en la tradición de Elías o de los otros profetas. Un fiel Judío del siglo primero podría concluir que, obviamente, Dios levantó a Juan el Bautista, para llamar a su pueblo hacia El en arrepentimiento.
Sin embargo, con la aparición de Jesús, ellos percibieron algo más. Juan el Bautista ya le estaba diciendo a la gente que dejaran de seguirlo a él, para que pudieran seguir a Jesús. ¿Por qué los que respondieron a la llamada de Juan el Bautista al arrepentimiento, ahora tenían que preocuparse por este nuevo movimiento que surgió después?
¿Quién es este Jesús, quien sustituye al Judaísmo rabínico e incluso a la reforma hecha a través del profeta designado por Dios, Juan el Bautista? Juan el evangelista responde en estas precisas declaraciones Cristológicas acerca de la persona de Cristo.
El que procede de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra, procede de la tierra y habla de la tierra. El que procede del cielo está sobre todos. (Juan 3:31)
Jesús no vino de Belén aunque haya nacido allí. El profeta Miqueas nos dice:
Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad. (Miqueas 5:2)
Jesús no es un reformador, ni es simplemente un profeta o un sirviente de Dios. Cuando estamos tratando con Jesús, estamos tratando con “el Hijo del hombre que descendió del cielo…” (ver Juan 3:13), quien es ¡Dios encarnado!
“El que es de la tierra, procede de la tierra y habla de la tierra”- se refiere al resto de la humanidad. Incluso los grandes profetas vivieron y operaron desde una perspectiva humana, con la excepción de las ocaciones en las que Dios los utilizó para enviar Su santa palabra. Ser de la tierra significa ser humano, limitado, teniendo un cuadro de referencia temporal.
Jesús es el hombre quien es el “…Señor del cielo…” (1 Corintios 15:47)
JESUS VIENE Y NOS HABLA COMO UN TESTIGO OCULAR DE LO ETERNO – “Lo que El ha visto y oído, de eso da testimonio; y nadie recibe su testimonio…”
Anteriormente, en el capítulo 3, Jesús le dijo algo similar a Nicodemo, “Damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no recibís nuestro testimonio…”
Habiendo venido de la eternidad, Jesús no necesitaba una visión o una revelación para conocer la mente de Dios, como los profetas anteriores. Jesús esta dentro de una clase completamente diferente de seres. El estuvo allí cuando Adan y Eva cayeron, cuando Abraham fue llamado, ¡cuando Satán cayó como un rayo!
Y El les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. (Lucas 10:18)
Vuestro padre Abraham se regocijó esperando ver mi día; y lo vio y se alegró. (Juan 8:56)
Lo que Jesús sabe acerca de Dios, del hombre, de la eternidad, de la verdad, de la distancia entre el hombre y Dios y de la salvación, es conocimiento personal. Él lo sabe de primera mano, nada de ello le fue mostrado.
¿Porqué deberíamos creerlo? La resurrección nos obliga a creer en Jesús.
EL TESTIMONIO DE JESUS ES EL TESTIMONIO DE DIOS MISMO.
Por lo tanto, aquellos que creen en Jesús dicen que Dios es justo, Él es cierto. ¡Rechazar el testimonio de Jesús es equivalente a decir que Dios es un mentiroso! Este es el que significado de poner tu propio sello y tu firma personal en el hecho de que Dios es verdadero. Es como si Dios hubiera puesto cera caliente como sello en un libro de su testimonio, y tu tienes un anillo de sello en relieve que presionas en la cera, como diciendo “Amén”.
En otro lugar se nos da un sumario del testimonio de Dios:
…Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio de Dios: que El ha dado testimonio acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, ha hecho a Dios mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado respecto a su Hijo. Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. (1 Juan 5:9-12)
Dios nos da vida eterna a través del Hijo, Jesús.
El es quien “vino mediante agua y sangre”, es decir, El siempre ha sido el Cristo, antes de Su bautismo, y El nunca dejó de ser el Cristo, aún cuando El fue crucificado. Nunca ha habido un momento en el que El se haya convertido en “Cristo”, porque El es el Eterno, quien vino al mundo para salvarnos.
El Padre ama al Hijo y ha entregado todas las cosas en su mano. (Juan 3:35)
TODAS LAS COSAS LE FUERON ENTREGADAS A EL POR EL PADRE – La salvación, el nuevo nacimiento, el juicio final, el Reino de Dios, el perdón de los pecados y la vida eterna han sido entregadas a Jesús por el Padre.
Dios no puede ser conocido de ninguna otra manera más que a través de Jesús. La actitud de una persona hacia Dios se revela en la actitud de esa persona hacia Jesús. La salvación solo es posible a través de Jesús. No existe otro nombre entre los hombres por medio del cual podamos ser salvados, solamente a través de Jesús.
Un día, toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, para la gloria del Padre.
Capítulo Veintidós
Los Únicos Dos Resultados
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él. (Juan 3:36)
Las palabras finales de este capítulo acerca del nuevo nacimiento son dadas a quien Jesús designó como el “más grande hombre nacido de una mujer”, Juan el Bautista. Jesús habló con Nicodemo acerca de la necesidad de un nuevo nacimiento, el hecho que ser “nacido en lo alto” es un acto de Dios, el Espíritu Santo.
Jesús también le dio al Maestro de Israel, (y a nosotros) la orden bíblica para tal acto, ya que es el acto de darnos un corazón tierno, lo cual fue dicho por el Profeta Ezequiel (capítulo 36). Nuestro Señor también reveló que el fundamento de este don de la gracia de Dios a los pecadores, es nada menos que el sacrificio ofrecido del “único Hijo”.
Pero Juan el evangelista incluyó como un segundo testigo del nuevo nacimiento, al testimonio de Juan el Bautista. Su énfasis fue puesto en la persona del mismo Cristo. El es el “Hijo quien descendió” del cielo para traer su gracia a los hombres quebrados. El Padre ha entregado todo, salvación y juicio en sus manos.
Dios no puede ser conocido fuera de Jesús. El es el único mediador entre Dios y el hombre. La eternidad de cada individuo está determinada por la aceptación o el rechazo del Hijo de Dios. El es el “juez de toda la tierra” y El, Jesús, es la medida por la cual seremos juzgados.
Porque así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo también da vida a los que El quiere. Porque ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo, para que todos honren al Hijo así como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. En verdad, en verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida. En verdad, en verdad os digo que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oigan vivirán. Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le dio al Hijo el tener vida en sí mismo; y le dio autoridad para ejecutar juicio, porque es el Hijo del Hombre. (Juan 5:21-27)
El Hijo da vida a quien El quiere. Jesús es el autor del nuevo nacimiento; El da nueva vida, una porción, a todo aquel que crea en la vida eterna. El Hijo de Dios es el juez, a quien El justifica justificado está, a quien El condena condenado está.
Este juez primero da su propia vida como el sustituto de los pecadores, para satisfacer la divina demanda de justicia.
Todos los hombres están condenados. La sentencia divina ya ha sido pronunciada. “El alma que ha pecado morirá con seguridad.” En el universo moral de Dios, la santidad y justicia deben ser satisfechas.
El SEÑOR está en su santo templo; el SEÑOR tiene su trono en los cielos. Sus ojos ven; sus párpados examinan a los hijos del hombre. El SEÑOR prueba al justo, pero su alma aborrece al impío y al que ama la violencia. Sobre los impíos hará llover brasas; fuego, azufre y vientos huracanados serán la porción de la copa de ellos. Porque el SEÑOR es justo y ama la justicia; los rectos contemplarán su rostro. (Salmos 11:4-7)
Cada día, entre hoy y aquella condena final, hay un don de gracia. Separados de Dios, hombres y mujeres pasan su breve tiempo en este mundo, muertos hacia la razón por la cual han sido creados, insensibles a su Creador, distrayéndose con vanidades, muriendo aún cuando están con vida y yendo a toda velocidad hacia un juicio final.
De cierto, de cierto les digo que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oyen vivirán.
La voz de Jesús llega hasta nuestra muerte en vida, llamándonos a salir de las tumbas de nuestro propio pecado, nuestra injusticia, nuestro rechazo e incluso nuestro odio de Dios.
Yo oí su voz cuando tenía 19 años. No fue físicamente pero fue cierta y moralmente. Leí el Sermón de la Montaña e instantáneamente supe que lo que estaba leyendo era verdad.
La enseñanza de Jesús acerca de la espiritualidad de la Ley de Dios se apoderó de mi. Yo ya había pensado lo suficiente como para no cometer el acto pecaminoso, pero cuando Jesús me enseñó que las demandas de la ley se aplican a nuestros deseos interiores del mismo modo que a nuestras acciones, entonces tuve la certeza de que yo era un profundo pecador.
Durante tres meses fui atrapado por la convicción de mi pecado. Nunca había ido a ninguna otra iglesia mas que a nuestra iglesia Católica local, pero entonces comencé a asistir a una iglesia evangélica Pentecostal en la ciudad universitaria donde yo vivía.
Todo era extraño y diferente a la experiencia religiosa que yo tenía. No habían velas o sotanas o liturgia; las trampas de la religión estaban ausentes. Pero la gente levantaba sus manos y cantaba, tenían lágrimas en los ojos y literalmente le ofrecían un llanto a El, quien obviamente estaba recibiendo todas esas sinceras oraciones.
Cada vez que hacían un llamado al altar al fin de esos servicios, yo iba rápidamente hacia adelante en un intento de alivianar esa convicción de saber que yo había roto la ley de Dios e iba a ir al infierno.
Pero era en vano porque no tenía fe, no había razón para creer que yo podía ser salvado.
Finalmente, luego de tres meses de lo mismo me sentía deprimido y desesperado. Sabía que yo era un pecador, muy alejado de Dios y sin esperanza de poder vivir el tipo de vida correcto.
Un día, en la profundidad de mi pena, me di cuenta que estaba leyendo la misma oración de la Biblia sin entender ni una sílaba de lo que estaba leyendo. En mi distracción, yo seguía leyendo el mismo verso una y otra vez.
Fue entonces cuando un claro pensamiento penetró en el marco sombrío de mi mente “mira lo que estas leyendo y entiéndelo”. –El texto era 2 Corintios 5:21–
Al que no conoció pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en El.
No puedo explicarlo de ninguna otra manera mas que decir que en ese momento con Jesús, yo ESCUCHE la voz del Hijo de Dios. En ese instante “lo vi”. Dios hizo que Jesús se convirtiera en pecado por mi. El, en la cruz, se transformó en mi sustituto. El tomo mi lugar en el juicio; para que nosotros los pecadores, quienes conocemos muy bien lo que es el pecado, podamos ser “hechos” (por Dios y no por nosotros mismos) la propia justicia de Dios.
Fue entonces cuando la fe salvadora entró en mi corazón. Entonces “creí en el Hijo del hombre”, y entré en la vida eterna.
El que cree en el Hijo tiene vida eterna…El que tiene al Hijo tiene la vida…Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida
¿Pero que ocurre con aquellos que se niegan a creer? Lo único que les ocurrirá es que seguirán donde están, bajo la furia de Dios, por la cual Jesús murió protegiéndonos de ella. En vez de ser nacidos de nuevo, multitudes prefieren mantenerse separados de Dios e inconscientemente, quedarse bajo la misma furia, de la cual Jesús vino a salvarnos.
Pero el que no cree en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre El.
Qué terrible! Que uno tenga la oportunidad de volver a la vida en Dios, ser perdonado por sus pecados, teniendo garantizada una entrada en el Reino de Dios que se aproxima…pero en cambio, opte por permanecer donde está, condenado, sentenciado, alejado de Dios y de todo significado.
La elección de continuar como el objeto del enojo de Dios, del santo odio al pecado y a todo lo que es falso… ¿Por qué? ¿Orgullo? ¿Rebeldía? ¿Estas dispuesto a ser condenado por tu negativa a admitir que estas equivocado?
Apéndice Uno
El Significado Del Arrepentimiento
En esa misma ocasión había allí algunos que le contaron acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la de sus sacrificios. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque sufrieron esto? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. ¿O pensáis que aquellos dieciocho, sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, eran más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. (Lucas 13:1-5)
Los mayores avances espirituales que he tenido durante los 30 años en los que he sido Cristiano, han venido a menudo como resultado de un profundo entendimiento del significado de una palabra simple o de un concepto.
Palabras como rectitud, fe, santo, o conceptos como pureza de corazón , la sangre de Jesús o guerra espiritual, llenaban todas las canciones, las oraciones, las escrituras y los sermones del Cristianismo en el que me sumergí a fines de la década del 70.
Supongo que otros también habrán hecho lo mismo que yo cuando incorporé esas mismas palabras y conceptos en mi propia vida espiritual, dándoles la definición que yo poseía, así fuera por mi propio pasado o por instinto. Por supuesto, yo no hacía esto en forma consciente.
Al continuar a los pies de Jesús, absorbiendo las enseñanzas Cristianas a través de pastores y maestros de la única fe verdadera, fue cuando alguien ofrecía una sencilla pero adecuada definición de estos términos y conceptos que mi vida espiritual se enriquecía.
Espero que en este apéndice y al examinar una de esas palabras, yo pueda comunicarle a alguien la misma clase de avance espirituales. En este caso me refiero a la palabra “arrepentimiento”.
Sabemos que el Evangelio comienza con esta palabra, porque en el Evangelio de Marcos, (el más antiguo), tanto Jesús como Juan el Bautista comenzaron sus trabajos predicándole a Israel el arrepentimiento.
Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados…Después que Juan había sido encarcelado, Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios, y diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio. (Marcos 1:4, 14-15)
Como ex Católico debo confesar que mi comprensión del término era borroso, primeramente porque lo confundía con “Penitencia”, lo cual es el sistema (falso) de consecuencias personales por actos de pecado cometidos. Por lo general esas consecuencias eran asignadas por el sacerdote después de la confesión. La penitencia es un acto de humillación o de auto-mortificación para demostrar la pena causada por el pecado.
Como un nuevo Cristiano recientemente salvado, yo sabía que ya no necesitaba confesarle a un sacerdote para que él pronunciara mi absolución. Pero cuando vi a Jesús y a Juan el Bautista llamando a todos los hombres a “arrepentirse”, yo continuaba confundiendo el arrepentimiento con los intentos de “compensar” por los pecados que había cometido, o al menos con la intención de mostrar que yo estaba suficientemente apenado por ellos.
Además, yo no sabía cuan ignorante yo era acerca del verdadero significado del arrepentimiento.
Yo suponía que era algo relacionado con remordimiento. Me temo que hay muchos en la iglesia que cuando escuchan la palabra “arrepentimiento” en un sermón o una oración, el término es tan turbiamente vago como lo era para mi. Sabemos con seguridad que es un término negativo, y que tiene algo que ver con sentirse mal o apenado, pero eso es todo. Sin embargo, como resultado de varios factores de gracia; buenos libros, estudios personales de la Biblia, y escuchar buenos sermones, la vaguedad alrededor de la palabra “arrepentimiento” se ha aclarado.
En primer lugar “arrepentimiento” significa cambiar de mentalidad. La palabra en el idioma Griego es “metanoia”, y significa cambiar de mentalidad o cambiar de idea.
¿Qué fue lo que Juan el Bautista hizo al ponerse delante de Israel y llamarlos a arrepentirse? ¿Qué es lo que estamos tratando que la gente de nuestra generación haga cuando les damos nuestro testimonio?
¿Qué fue lo que Jesús buscaba que la gente hiciera a través de su prédica cuando el advirtió, “A no ser que se arrepientan, morirán”?
Cada persona que vive en este mundo, consciente o inconscientemente ha elaborado un plan de salvación. El problema es que la mayoría de estos planes ¡son erróneos!
El mío era que un día, mis buenas obras serían mayores que mis malas obras acciones, y entonces yo “iría al purgatorio”, y eventualmente al cielo. No creía conocer a persona alguna que fuera lo suficientemente mala como para ir al directamente infierno, (¿tal vez Hitler?), o alguien que fuera lo suficientemente bueno como para ir al directamente al cielo (¿Madre Teresa?). La mayoría de la gente que yo conocía estaba en el medio, yendo al purgatorio.
Estoy muy contento de que no morí aferrándome a esa falsa esperanza, porque ciertamente hubiera muerto en mis pecados, ausente para siempre de la presencia del Señor y de la gloria de su poder en el lago de fuego.
Dios me alcanzó y me dio metanoia, es decir, un cambio de mentalidad. La respuesta es la misma para todos, estamos tratando de hacer que la gente cambie de idea, que cambien de mentalidad para que no “perezcan”. ¡Para que no sean arruinados para siempre!
¿Por qué la gente necesita cambiar de mentalidad?
Porque a no ser que la gente deje de llevarse por falsas conjeturas acerca de la salvación, ellos no serán capaces de recibir la Salvación de Dios.
Por ejemplo, Juan el Bautista se estaba encargando de un error al que Israel se aferraba, y que ellos creían que los estaba “inmunizando” contra el juicio venidero de Dios al cual las Escrituras se refieren. Ellos creían que por ser hijos de Abraham (en la carne), eran inmunes a todo juicio.
…¡Camada de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento; y no comencéis a deciros a vosotros mismos: “Tenemos a Abraham por padre”, porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. Y también el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. (Lucas 3:7b-9)
En los días de Juan el Bautista y de Jesús, el juicio sobre Israel era inminente, pero la gente estaba cautivada por la “vana imaginación” que la mera descendencia física de Abraham era suficiente para salvarlos.
Ellos no creían que necesitaban a Dios, tanto como creían que ya lo tenían tan solo por el hecho de ser hijos de Israel. Ellos pensaban que estaban a salvo solamente por la virtud de ser Israel.
Pero en la práctica Israel era una “camada de víboras” rechazando a Dios.
(Hoy, hay muchos en el mundo que son igual que ellos. Cristianos de nombre, inmersos en la iglesia, pero ¡sin una íntima afinidad por Jesús o por las cosas de Dios!)
La tarea de Juan el Bautista era conseguir que ellos vieran que lo que realmente contaba era la afinidad espiritual con Abraham.
¿Acaso, ellos eran como Abraham espiritualmente? ¿Habían abandonado al mundo como Abraham lo hizo? ¿Eran acaso peregrinos aferrándose a la promesa de la redención del mundo a través de la “simiente de Abraham”, el Mesías? ¿Estaban ellos buscando un país celestial o un país terrenal?
Juan el Bautista también les advirtió que no se sintieran abatidos, que entre las piedras (gentiles, muertos a Dios) Dios levantaría otros verdaderos hijos de Abraham. La prédica de Juan era un intento de conseguir que ellos “cambiaran de idea” acerca de sí mismos y de su propia condición delante de Dios.
Jesús también predicó el arrepentimiento.
Cuando el joven rico le preguntó a Jesús: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”, Jesús realmente no respondió a la pregunta. En lugar de eso, Jesús le contestó con otra pregunta sobre el significado de la palabra “bueno”.
¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios.
Para ser salvadas, las personas necesitan que las hagan pensar. La salvación se trata de pensar profundamente. La salvación está precedida por un “cambio de mente” que es similar a un cambio de paradigma.
Jesús sabía que no sería bueno el compartir el “plan de salvación” con ese joven, porque a menos que él cambiara de opinión acerca del significado de la palabra “bueno”, ¡nunca podría ser salvado! Mientras él estaba muy seguro de ser “bueno”, y también muy seguro de que él y Jesús (ambos igualmente buenos) podían discutir la salvación; al mismo tiempo él estaba perdido. “Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios…” El arrepentimiento es muchas otras cosas más, de las cuales también hablaremos, pero antes que nada el arrepentimiento es simplemente metanoia, un cambio de mentalidad.
Pero, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegándose al primero, le dijo: “Hijo, ve, trabaja hoy en la viña.” Y respondiendo él, dijo: “No quiero;” pero después, arrepentido, fue. Y llegándose al otro, le dijo lo mismo; pero él respondió y dijo: “Yo iré, señor”; y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? Ellos dijeron: El primero. Jesús les dijo: En verdad os digo que los recaudadores de impuestos y las rameras entran en el reino de Dios antes que vosotros. Porque Juan vino a vosotros en camino de justicia y no le creísteis, pero los recaudadores de impuestos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, ni siquiera os arrepentisteis después para creerle. (Mateo 21:28-32)
Notemos que Jesús nos llama a todos a pensar del modo en que lo demostró en su introducción a esta parábola sobre el arrepentimiento. Esto es porque el arrepentimiento, la fe y la salvación, vienen a nosotros sólo como consecuencia de habernos hecho de pensar. Como dijimos en la primera parte de este apéndice, el arrepentimiento es metanoia, un cambio de opinión acerca de Dios, de su Palabra, de nosotros mismos, de la salvación, del juicio y de la eternidad.
La misma palabra “arrepentirse” es una palabra compuesta. “Re” significa “de nuevo”, y “Pent” significa “pensar”. Arrepentirse significa “volver a pensar”. En nuestra predicación y evangelización, estamos haciendo un llamado a hombres y mujeres a dar un paso hacia atrás y pensar de nuevo en las cosas más importantes y eternas de la vida.
Todas las personas que han vivido alguna vez en este mundo, han elaborado dentro de sí mismos algún tipo de plan de salvación, es decir, pensamientos acerca de lo que ocurrirá mas allá de la vida y también acerca del destino eterno. Es parte del ser humano, el hecho de tener una idea acerca de lo que sucederá después de morir. Como dice el libro de Eclesiastés, Dios ha puesto el concepto de la eternidad en nuestros corazones. El problema es que la mayoría de esos conceptos y pensamientos acerca de la muerte y la eternidad son erróneos.
El ateo se dice a sí mismo que cuando uno muere se termina todo. El cuerpo se descompone y los átomos y moléculas se disuelven en la tierra. El lo tiene todo bien figurado; no necesita preocuparse acerca de lo que ocurrirá después de esta vida. ¡Ese es su “plan de salvación”!
Los Hindúes creen en la re-encarnación. Si no lo pueden hacer el bien en esta vida, tienen miles de oportunidades de vivir otra vez, y al final convertirse en “nada”. ¡Nirvana!
Los Musulmanes tienen la esperanza que su arbitrario Dios notará su obediencia y los llevará al cielo. El no está completamente seguro si eso ocurrirá o no, pero en su crédula mente él piensa que al menos no es un idólatra, o un cristiano desviado, o, Dios no lo permita, un Judío, opciones las cuales ciertamente lo enviarían al infierno.
El Cristiano nominal también tiene un plan funcional, el cual le dice que tal vez su bautismo, o el hecho de que él ha oído que Dios es amor, o posiblemente (como una vez yo mismo esperaba) que sus buenas acciones en algún momento serán mayores que su malos actos, y en el día del juicio la balanza se inclinará en su favor.
Mi punto es que, es solamente humano el plantearse la muerte y el más allá, y querer resolver satisfactoriamente estas preocupaciones para luego poder continuar con nuestra propia vida.
Pero en todos los casos anteriores, a menos que estos individuos sean desafiados y movidos a dar un paso atrás y “pensar de nuevo” acerca de Dios, la salvación, las obras, el juicio, etc., ¡ninguno de ellos jamás será salvado! Jesús dijo “…si no os arrepentís, (pensar de nuevo), todos pereceréis.”
El joven de la parábola dijo a su padre: “No, no voy a entrar en los campos para ti, Padre.” Pero a medida que él se alejaba, se permitió a sí mismo pensar de nuevo. Cambió de opinión e hizo lo que su padre quería. Esta es la enseñanza de Jesús acerca el arrepentimiento.
El hermano mintió a su padre, (y sin duda también se mintió a sí mismo), ¡y ni siquiera volvió a pensar en ello! El solo hecho de decirle a su padre, “Si, haré lo que pides”, lo hizo sentirse bien y hasta justo en comparación con su rebelde hermano. Pero el sentirse justo no substituye al hecho de estar verdaderamente “bien con Dios”. El también necesitaba “pensarlo otra vez”, pero no pudo hacerlo.
¿Cuál es la moral de esta historia?
Juan el Bautista trató de que el pueblo de Israel volviera a pensar en su posición ante Dios. Pero debido a que eran circuncidados y descendientes de Abraham según la carne, asumieron el (falso) confort, sin darse cuenta de que Juan el Bautista estaba en lo cierto, y que el juicio sobre sus cabezas era inminente.
El hacha estaba literalmente en la raíz del árbol de Israel…
Pero ellos estaban bien, no necesitaban reconsiderarse a sí mismos, tenían todo planeado en sus pensamientos. Jesús se encontró con la misma dureza y les dio una advertencia (y a nosotros) acerca de esa dureza, citando al profeta Isaías,
Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y en ellos se cumple la profecía de Isaías que dice: “Al oír oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis; porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible y con dificultad oyen con sus oídos; y sus ojos han cerrado, no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane.” (Mateo 13:13-15)
Ellos miran…pero no ven, ellos oyen…pero no escuchan, ellos entienden…pero en realidad no comprenden. Esta es la condición de quien no se arrepiente. Ellos piensan que ya lo saben todo. Nadie puede hacer que “piensen de nuevo”, que se arrepientan. La constante negación a reconsiderar tiene eventualmente un efecto endurecedor y ensordecedor para el alma.
¡Escuchen la angustia profética!
Si tan sólo estuvieran realmente dispuestos a ver y oír, y verdaderamente se permitieran a si mismos recibir “comprensión”, entonces se convertirían, y yo (el SEÑOR) los sanaría.
El evangelio me llegó poderosamente y sacudió hasta lo mas profundo de mi ser. Me cambió, derribó todas mis ideas acerca de Dios y acerca de Jesús, acerca de María, del Cielo, del Infierno, del Purgatorio, de la iglesia, de las bases para el juicio, de las buenas obras, y de la eternidad.
Yo creía que ya sabía acerca de todas esas cosas, pero a medida que leía la Palabra de Dios fui forzado a tener que pensarlo otra vez, a arrepentirme. Pero si yo me hubiera resistido a permitirme a mi mismo al menos pensarlo otra vez, yo seguramente hubiera perecido en mis pecados y hubiera sido ¡condenado para siempre!
Entonces, le agradezco a Dios que llamó mi atención, llevándome a un lado (como el arbusto ardiente de Moisés), haciéndome pensar otra vez.
¿Qué le ocurrirá a la generación joven, quienes a través de celulares, Ipads y Ipods pueden programar su pensamiento por completo y en adelanto, y poniendo sus auriculares quitan todo pensamiento de la sintonía, excepto los que ya han sido programados? ¡Dios nos ayude! ¡Concede arrepentimiento a esta generación!
ARREPENTIMIENTO ES DAR LA VUELTA
Vuelve, oh Israel, al Señor tu Dios, pues has tropezado a causa de tu iniquidad. Tomad con vosotros palabras, y volveos al Señor. Decidle: Quita toda iniquidad, y acéptanos bondadosamente, para que podamos presentar el fruto de nuestros labios. Asiria no nos salvará, no montaremos a caballo, y nunca más diremos: “Dios nuestro” a la obra de nuestras manos, pues en ti el huérfano halla misericordia. Yo sanaré su apostasía, los amaré generosamente, pues mi ira se ha apartado de ellos. (Oseas 14:1-4)
La palabra en el idioma Hebreo “Teshuváh” ha sido traducida en el Antiguo Testamento como “arrepentimiento” y quiere decir “volverse”. Arrepentirse es volver hacia Dios o dar la vuelta hacia Dios. El pecar es dar la vuelta pero en la dirección contraria, alejándose de Dios. El constante mensaje de los profetas Hebreos era que Israel debía “volver” al Dios que los había bendecido y llamado.
He aquí la gracia de Dios, en este pasaje de Oseas, pidiendo a Israel que diera la vuelta hacia El mismo. ¡Hasta les da las palabras que decir!
Como padre, yo he hecho algo parecido con un niño obstinado quien por su pecado, él o ella se ha alejado de nosotros, sus padres. Sin embargo, les suplicamos a nuestros niños que se reconcilien, hasta les damos las palabras que necesitan decirnos ¡para que la comunión pueda ser restaurada! “Todo lo que tienes que hacer es admitir que mentiste…¡nosotros podemos perdonarte! Podemos encargarnos juntos de esto, ¡juntos podemos atravesar todo esto!” Dios es un padre tal cual, anhelando que volvamos a El.
¿Vemos como El pinta un hermoso cuadro de posibilidades? ¿Vemos lo que El dice acerca de Sí mismo? “Si tan solo Israel volviera a mí (el SEÑOR), mi ira se apartaría de ellos…”
Aquí en Jeremías, vemos otro ejemplo conmovedor de este deseo del Señor, que volvamos a El,
Si has de volver, oh Israel —declara el Señor— vuélvete a mí. Si quitas de mi presencia tus abominaciones, y no vacilas, y juras: “Vive el Señor”, en verdad, en juicio y en justicia, entonces se bendecirán en El las naciones, y en El se gloriarán. Porque así dice el Señor a los hombres de Judá y de Jerusalén: Romped el barbecho, y no sembréis entre espinos. (Jeremías 4:1-3)
Una vez más, notamos la santa y cariñosa voz llamando a Israel, “Vuelve a mí”, y la hermosa imagen de esperanza en un futuro que podría ser para ellos. Teshuváh no es simplemente apartarse del pecado o de los ídolos, pero también y con el mismo nivel de importancia es el concepto de volver a Dios.
El los llama a “romper el suelo del desierto…” ¿Cuál es el suelo del desierto? Es un suelo que una vez había sido arado y cultivado, pero que desde entonces se ha abandonado y endurecido y es resistente a la lluvia o al cultivo. Oh, que se rompan los corazones de esta generación depravada, que el Señor pueda hacerlos volver a El.
Moisés predijo la completa historia de Israel, hasta los últimos días. El les dijo que olvidarían al Señor, alejándose de El para adorar “extraños dioses”, lo que provocaría el celo de Dios. Como consecuencia, ellos sufrirían alienación así como también Su indignación, y en última instancia serían exiliados fuera de la tierra y diseminados hasta los “confines de la tierra”.
Y el Señor os dispersará entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones adonde el Señor os llevará. Allí serviréis a dioses hechos por manos de hombre, de madera y de piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen. Pero desde allí buscarás al Señor tu Dios, y lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma. En los postreros días, cuando estés angustiado y todas esas cosas te sobrevengan, volverás al Señor tu Dios y escucharás su voz. (Deuteromomio 4:27-30)
El clímax de la historia humana, se producirá cuando en medio de la tribulación mundial sin precedentes, Israel volverá finalmente al Señor su Dios. Y como resultado de ello Jesús retornará.
El Salmo 80 es una oración al Pastor de Israel, en la cual se recuenta la triste historia de Israel, su creación, exilio y sufrimiento en las manos de los Gentiles. El constante estribillo es una plegaria que suplica, “¡Restáuranos, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros y seremos salvos!”
El Nuevo Testamento también toca el tema de “volver”. Por ejemplo Pablo elogia a los Tesalonicenses:
Pues ellos mismos cuentan acerca de nosotros, de la acogida que tuvimos por parte de vosotros, y de cómo os convertisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de entre los muertos, es decir, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera. (1 Tesalonicenses 1:9-10)
Ellos volvieron de sus ídolos a Dios. Su expectativa cambió, no vivían más solamente día a día, ellos añoraban la parusía de Jesús.
Finalmente, Santiago enseña “Teshuváh” cuando nos da la brillante promesa de Dios, llena de esperanza–
Humillaos en la presencia del Señor y El os exaltará. Acercaos a Dios, y El se acercará a vosotros…
El arrepentimiento no es nada, a menos que sea un alejamiento de aquello que es pecado o que es mal o vano, junto con una vuelta del alma y de los afectos hacia Dios mismo.
Apéndice Dos
El Arrepentimiento es Odiar el Mal y Amar el Bien
Porque tú eres el Señor, el Altísimo sobre toda la tierra, muy excelso sobre todos los dioses. Los que amáis al Señor, aborreced el mal; El guarda las almas de sus santos; los libra de la mano de los impíos. (Salmos 97:9-10)
Nos hemos esforzado para alcanzar la más clara y simple definición posible del arrepentimiento. Hemos examinado los aspectos mentales del mismo, porque el arrepentimiento es primeramente una cuestión de “replantear” las cosas importantes, las cosas que las personas son propensas a racionalizar, tales como Dios, el alma, el cielo, el infierno y el juicio, y el plan de salvación.
Todos tenemos pensamientos en varios grados de intensidad acerca de estas cosas. Al ser humanos con vidas finitas pero con el concepto de “eternidad dentro de nuestros corazones”, no podemos evitar tener tales pensamientos. Existe una gran variedad de “respuestas” dadas a las preguntas que estos pensamientos generan, el problema es que mayormente estas respuestas son incorrectas.
Cuando Dios le concede arrepentimiento a una persona, hace que esa persona se “replantee” o piense otra vez las cosas de la vida, la muerte, Dios, lo que se requiere para estar bien con El, y el más allá. El evangelio vuela frente al rostro de tales falsas respuestas, como por ejemplo, “mis buenas obras serán mayores que mis malas acciones”, o el “Purgatorio”, y nos invita a que elijamos la verdad o el error. Esto es arrepentimiento, “metanoia”, “un cambio de idea”.
También el arrepentimiento es “Teshuváh”, “dar la vuelta” de lo que nos estaba matando, el pecado, el mundo, la supremacía del yo. El genuino arrepentido está en un constante proceso de alejamiento de estos ídolos. Pero no estamos simplemente alejándonos, sino que estamos en un constante proceso de volver hacia… Dios mismo.
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino. (Isaias 53:6a)
Pues vosotros andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas. (1 Pedro 2:25)
El arrepentimiento conmueve las emociones así como también a los más profundos afectos, porque aquel a quien Dios le a concedido el arrepentimiento, ahora odia el pecado que lo atrapó y destruyó, y a su vez ama a Dios y a Su ley. Dios nos otorga un santo odio hacia el pecado, y en virtud de tal odio continuamos alejándonos de ese pecado.
El arrepentimiento envuelve la revelación proveniente de Dios, acerca de cuán odioso es el pecado. ¡Dios nos enseña a todos nosotros, especialmente a los cristianos vacilantes, que el pecado es el mal de males! Es peor que el sufrimiento, porque el pecado es la causa de todo sufrimiento y muerte. De hecho es mejor sufrir que pecar.
Es imposible amar a Dios sin odiar aquello que Dios odia profundamente. Debemos orar, pidiendo que podamos ver al pecado de la misma manera en la que Dios lo ve, porque el arrepentimiento involucra los afectos así como también la mente. Así, el salmista nos exhorta a que Amemos al señor y aborrezcamos al mal. Debemos odiar la maldad de nuestro propio pecado, el cual reside en nosotros mismos, y debemos odiar el mal que está destruyendo nuestra propia generación, que está engañando y condenando a tantos al infierno.
El “amor” humanístico que está siendo predicado en las iglesias Pentecostales y Evangélicas en la última generación, está confundiendo a muchos en este tema. Me temo que aunque hay algo de verdad en el dicho, “Ama al pecador, odia al pecado”, también contiene mucho error. No siempre es fácil separar el pecado del pecador, y ciertamente Dios no lo hace.
Por ejemplo, ¿que pensamos de los pecadores que aman su pecado y lo demuestran en nuestras iglesias demandando tolerancia y amor incondicional? Esta es la confusión que nos ha llevado a hacer serias concesiones con respecto a la homosexualidad y al Islam.
Si Dios nos otorga el arrepentimiento que aborrece profundamente al pecado, el mismo arrepentimiento se rehúsa a aceptar la jactancia del pecado, rechaza estar en paz a toda costa con el pecado, tanto dentro nuestro como también en nuestras iglesias, tal vez tengamos una oportunidad de ayudar a esta zozobrante generación.
Hay una pseudo sofisticación que ha seducido a muchos de nuestros líderes en una postura más “madura” y aceptante hacia los pecadores no arrepentidos. Estos falsos maestros evitan la doctrina de la ira de Dios y de la “propiciación”, como si la ira y la demanda de una sustitución fueran inferiores a su concepto de un Dios de amor.
Ellos han dejado de creer en la ira de un Dios infinitamente Santo, de modo que no son capaces de temer a Dios o de odiar al mal. Es más, su concepto de amor es tan “tolerante” y abierto, que de hecho están invitando abiertamente a los homosexuales a entrar en sus asambleas de “culto”, “pidiéndoles disculpas” por la “intolerancia” de sus hermanos cristianos, ¡quienes han condenado (con razón) la sodomía en el nombre de Dios!
Ellos son quienes están estado enseñando en universidades Cristianas, influenciando a jóvenes Cristianos e infiltrado numerosos púlpitos, engañando y siendo engañados. Es por esto que el pueblo de Dios está en peligro. Ellos han dejado de poseer la fe que necesitan para resistir al mal, allí donde debe ser resistido con más fuerza –en nuestras iglesias. No están seguros acerca de que acción tomar.
Uno tendría que creer en un Dios que odia total, profunda y completamente al mal, y que ha debido sacrificar a su propio Hijo para satisfacer su Santa Justicia, con el fin de resistir esa magnitud de maldad que hoy está siendo revelada.
Pero en vez de ello, estos evangelistas modernos están perdiendo el concepto del infierno así como también del juicio, y por esta misma razón predican un “amor falso” careciendo de énfasis en la ira de Dios y Su santo odio por el pecado. Este no es un buen augurio, porque el único poder que la iglesia tiene es el poder de la verdad. Somos testigos de la verdad. Esa es nuestra “Sal” pero, ¿cuál sería nuestra contribución si perdiéramos nuestro sabor?
En el caso de la Homosexualidad, notamos que Dios odia y detesta profundamente el pecado de la sodomía. El lo llama “detestable”, (Levítico 18:22) sucio, incómodo y ¡aborrecible! En el caso del Islam, ¿cómo puede ser posible que esta creación demoníaca se “asocie” con la iglesia, el único “pilar y fundamento de la verdad” cuando todo lo relacionado con el Islam es mentira y asesinato? ¡Todos los dioses de las naciones son demonios! (Salmo 96: 5)
Debemos implorar al Señor por un santo arrepentimiento, un cambio de ideas, un repensar, un cambio de corazón que nos haga ¡Amar las cosas que Dios ama y odiar las cosas que Dios odia! Voy a cerrar con las palabras del Apóstol Judas, como un antídoto para la confusión acerca del Amor/Odio en la iglesia evangelista.
Estos son escollos ocultos en vuestros ágapes, cuando banquetean con vosotros sin temor, apacentándose a sí mismos; son nubes sin agua llevadas por los vientos, árboles de otoño sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; son olas furiosas del mar, que arrojan como espuma su propia vergüenza; estrellas errantes para quienes la oscuridad de las tinieblas ha sido reservada para siempre. De éstos también profetizó Enoc, en la séptima generación desde Adán, diciendo: He aquí, el Señor vino con muchos millares de sus santos, para ejecutar juicio sobre todos, y para condenar a todos los impíos de todas sus obras de impiedad, que han hecho impíamente, y de todas las cosas ofensivas que pecadores impíos dijeron contra El. Estos son murmuradores, quejumbrosos, que andan tras sus propias pasiones; hablan con arrogancia, adulando a la gente para obtener beneficio. Pero vosotros, amados, acordaos de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo, quienes os decían: En los últimos tiempos habrá burladores que irán tras sus propias pasiones impías. Estos son los que causan divisiones; individuos mundanos que no tienen el Espíritu. Pero vosotros, amados, edificándoos en vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando ansiosamente la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. Y tened misericordia de algunos que dudan. (Judas 12-22)
Apéndice Tres
El Arrepentimiento es un Don de Dios
Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo estado cautivos de él para hacer su voluntad. (2 Timoteo 2:24-26)
Y al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios, diciendo: Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida. (Hechos 11:18)
El camino cristiano siempre comienza con el arrepentimiento. No habrá salvación, ni perdón, ni conocimiento de Dios, ni tampoco ir al cielo para aquellos que no se arrepientan. Jesús dijo: “si no os arrepentís, todos pereceréis”.
Pero, ¿qué es el arrepentimiento? Hemos visto que arrepentirse significa repensar, cambiando de idea acerca de lo que una vez pensabamos que sabíamos acerca de Dios, acerca de nosotros mismos y de nuestra condición espiritual, acerca del cielo, del infierno, del juicio, de la realidad espiritual y acerca de Jesús. También hemos visto que arrepentirse es “Teshuváh”, la palabra hebrea usada para nombrar al arrepentimiento, la cual significa “dar la vuelta”. Arrepentirse es dar la vuelta, alejándonos de ídolos, de la locura, del pecado, y acercándonos hacia Dios, en sus propios términos.
El arrepentimiento también tiene un profundo efecto en los sentimientos, porque cuando una persona verdaderamente se arrepiente, ama las cosas de Dios y odia los pecados que una vez lo ataron y destruyeron.
No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. (1 Juan 2:15)
Hay muchos ejemplos de esto en la Biblia, como por ejemplo el hijo pródigo, repensando acerca de su padre; Nabucodonosor “cambiando de idea” acerca de su grandeza y soberanía; Moisés al darse cuenta que estaba de pie con los esclavos, y no con los egipcios; y Saulo de Tarso, amando a Jesús y a los cristianos, que una vez había odiado y perseguido.
Todos ellos fueron introducidos al arrepentimiento, ellos dieron una vuelta, alejándose de lo que antes habían sido y acercándose enteramente hacia Dios a través de Jesús.
Mi punto en este artículo es que el arrepentimiento no es algo que cualquiera puede “hacer funcionar cuando uno quiere”, es un don de Dios. La gente que está atrapada en una forma de pensar errónea; hábitos pecaminosos y deseos bochornosos, no pueden levantarse de estas cosas sin la graciosa intervención de Dios. Dios otorga el don del arrepentimiento a aquellos a quienes salva.
En mi propio caso, en los últimos años de mi adolescencia me estaba hundiendo profundamente en el pecado, y entonces encontré una Biblia que alguien le había regalado a mi hermano. En realidad era un parafraseo de las escrituras llamada “The way”. Una noche de regreso de una borrachera, vi esa Biblia sobre la cómoda en nuestra habitación. Tuve un pensamiento. “¿Cómo puedo considerarme realmente educado si nunca he leído la Biblia?”
Entonces comencé a leer el Sermón en la Montaña, al cual encontré lleno de belleza, pero que pronto también me presentó con serios problemas y convicciones. La interpretación que Jesús le dio a la espiritualidad de la ley me golpeó fuertemente. Antes, yo pensaba que era suficiente no matar o no cometer un acto de adulterio.
Pero las palabras de Jesús me hicieron cambiar de idea (aunque con resistencia). El estaba trabajando en mi alma, cambiando mis ideas acerca de la naturaleza de la verdadera rectitud. Se me estaba otorgando el don del arrepentimiento. En ese momento vi que yo había roto toda la ley de Dios y que mi interior estaba enfermo, “corrupto de acuerdo a deseos engañosos”, y sometido al juicio divino.
My arrepentimiento comenzó primeramente al hacerme volver, alejándome de my propia justicia y pecado.
Mi arrepentimiento fue completo cuando se me mostró hacia quien dirigirme. Una noche yo me sentía desesperado porque había tomado conciencia de mi condena, de que estaba perdido que y no sabía como alcanzar la salvación. Había respondido a tantos “llamados al altar” para sacudir la culpa, pero todavía no tenía fe para ser salvado. No podía ver como Dios podría perdonarme por haber violado su ley.
Leía la Biblia en tal estado de desesperación y depresión que ni siquiera tenía idea de lo que estaba leyendo, hasta que un claro pensamiento penetró mi mente, “Mira lo que estás leyendo y ¡entiéndelo!” Yo estaba tan distraído por la pena y el miedo al juicio que estaba leyendo el mismo verso una y otra vez sin siquiera poder decir que era lo que estaba leyendo.
Lo leí una vez más.
Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El. (2 Corintios 5:21)
De pronto percibí la razón por la cual Jesús murió en la cruz; El había tomando mi lugar en el juicio y había cargado con mi pecado para que yo pudiera ser aceptado ante Dios del mismo modo que El. ¡Jesús se transformó en “mi” para que yo me pudiera transformar en El, en el sentido de su condición frente a Dios!
Dios utiliza escrituras, gente e incluso circunstancias, para hacer que una persona “se vuelva y vea el arbusto ardiendo”, para que “examine el camino” en que sus pies lo están llevando y que “considere su propio fin”. Pero en el análisis final, nada de ello ocurrirá a no ser que el Espíritu Santo de Dios le de a esa persona el don del arrepentimiento.
Ahora soy consciente de que lo que me ocurrió entre los años 1977-1978 fue el cumplimiento de las palabras de Jesús,
Y cuando El venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en mí; de justicia, porque yo voy al Padre y no me veréis más. (Juan 16:8-10)
Debemos orar pidiendo a Dios que le otorgue arrepentimiento a esta generación, porque sin arrepentimiento ellos perecerán para siempre. Las mentes de muchos han sido cegadas por el Humanismo Secular, el Ateísmo, Islam, el “Cristianismo” humanista… todo menos la Verdad. Pero Dios no desea que nadie perezca, pero que todos entren en el arrepentimiento. El está trabajando en la gente a través de su Espíritu Santo, instándolos a que se pongan bien con El, llamándolos hacia El.